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Pero es lamentable que habiendo podido elegir el candidato con mejores condiciones (Fajardo) para conducir al país en los difíciles momentos que vivimos, una gran mayoría optó por candidatos de corte populista, que prometen resolverlo todo y manejan estilos que amenazan la democracia. Este resultado puede entenderse como castigo a una casta política responsable de imponer gobernantes que fortalecieron una élite minúscula de superricos mientras 21 millones de colombianos viven en la pobreza, y el país enfrenta niveles desbordantes de inequidad, corrupción, impunidad, desempleo, inseguridad y violencia.
Así, hasta la segunda vuelta del 19 de junio, sufriremos una guerra sucia abominable -que ya se vive-, un bombardeo con grotescos mensajes de fanáticos, circulando por las redes sociales. Todo orquestado por los equipos de asesores y sus aliados antiguos y nuevos que, hasta debajo de las piedras, escudriñan la vida y obras de los candidatos, sus vices y miembros de sus equipos y aliados, buscando ‘quemarlos’, bien sea exagerando, tergiversando, sacando de contexto y armando falsas noticias, y de ello debemos cuidarnos para no caer en trampas. Una segunda tarea de los asesores es redefinir la estrategia, introducir algunos “ajustes al discurso y al estilo” que han manejado, con el fin de ganar los votos que les faltan y aliviar los golpes propinados a quienes ahora convocan y reciben con alborozo como aliados.
Al ingeniero le recomendarán que modere su lenguaje y su agresividad extrema y así lo hizo en el discurso con que agradeció la votación obtenida, emitido desde la cocina de su casa para expresar sencillez; también cambió el tono y el lenguaje, tanto, que resultó irreconocible. Tendrá que mostrar que sí tiene un programa que va más allá de enunciados, y retractarse del machismo y xenofobia que ha expresado; del maltrato a los “pobrecitos” y de minimizar su admiración por el gran pensador Adolfo Hitler. Igual dejará de insultar a sus nuevos aliados a quienes ha llamado corruptos, rateros, continuistas, etc, etc. Y aquí cabe preguntar ¿Cómo queda Ingrid Betancourt y su repudio a la corrupción y a las maquinarias que manejan muchos de quienes ahora son sus coequiperos?
A Petro le recomendarán que le rebaje a su arrogancia, autoritarismo y displicencia; a las promesas imposibles de cumplir, sobre las cuales a pesar de las evidencias, afirma que nos las dijo, que lo tergiversaron o sacaron de contexto. También buscará restarle peso a su pasado guerrillero y a sus expresiones de aprecio hacia Chávez, y otros del estilo. Tendrá que replantear sus ataques al empresariado y parecer fuerte pero amigable y receptivo.
Pero no pueden exagerar, porque podrían perder credibilidad entre quienes votaron cautivados por aquel estilo y aquellas promesas, y resultaría evidente su maleabilidad para seducir a quienes antes repudiaron. Por todo lo anterior, el voto en blanco podría incrementarse porque habrá quienes no logran superar la desconfianza que ambos les generan.
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