Incertidumbre y desconfianza

Carmen Inés Cruz Betancourt

Tres semanas entre la primera y la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, se supone que deberían aprovecharse para ampliar la información y profundizar el conocimiento sobre las propuestas, trayectoria y talante de los candidatos en contienda, a fin de que la ciudadanía pueda tomar una mejor decisión a la hora de votar.
PUBLICIDAD

 Desafortunadamente no ha sucedido así. De lado y lado, aprovechando la gran velocidad y cobertura de los medios de comunicación y especialmente de las redes sociales, ese tiempo se ha utilizado para profundizar una “guerra sucia”, con un bombardeo de material diseñado para desinformar, calumniar y denigrar del opositor; nada que ayude a sopesar las reales debilidades y fortalezas de uno y otro. Los asesores y fanáticos de los candidatos hacen gala de creatividad perversa y mezquina, que antes que ganar votos para su candidato generan  repudio, no solo por grotescos sino porque ponen en evidencia la bajeza que los anima. Ello, sin consideración alguna con el hecho de que es cuanto enseñan a la población, y especialmente a los jóvenes que asumirán que esa es la forma de hacer política, de competir; esto es una campaña en la que para ganar “todo vale” inclusive la mentira, la grosería, la violencia verbal y visual, que alimenta la violencia que hemos padecido por décadas y que supuestamente queremos erradicar.

Los ataques de lado y lado han sido pobres en argumentos y cargados de fanatismo, de odio, de expresiones efectistas, de insultos e improperios que demuestran una bajeza sin límites que nos lleva a decir: ¡Pobre Colombia! ¿Cómo es posible que si nos quejamos de la violencia que hemos padecido por tantas décadas, no hemos entendido que ella no se resuelve con más violencia? Tampoco hemos entendido que tenemos derecho a discrepar sin agredir al otro ni declararlo enemigo. 

Se acusa a uno de los aspirantes de negarse a participar en debates públicos para conocer mejor sus propuestas e idoneidad para presidir a Colombia, pero conocido el estilo de los contrincantes podría suceder que el esperado debate se convierta en una  “riña de gallos”, un cruce de recriminaciones e insultos que contribuirían a profundizar la crispación que vive la ciudadanía.

Reclamamos el derecho a la diferencia, a no ser discriminados pero actuamos en contrario y cabe agregar que estos comportamientos mezquinos no se pueden atribuir solo a personas ignorantes o sin educación, o malandrines reconocidos, también se observan entre personajes doctos e ilustrados que deberían dar ejemplo de mesura. Esta ha sido una jornada vergonzosa, que nos delata como un pueblo primitivo, incivilizado y, es lo que enseñamos a las nuevas generaciones, porque bien sabemos que “más se enseña con el ejemplo que con el discurso”. ¿Cómo esperar entonces que el futuro sea mejor? 

A pesar de la desazón que produce el alto nivel de incertidumbre y desconfianza que generan ambos candidatos, la ciudadanía sabe que, no votar o votar en blanco, aparte de aliviar posteriores sentimientos de culpa, no tiene mayor incidencia en el resultado final. Muchas veces se ha repetido que vivimos en una frágil democracia y que para fortalecerla es imperativo participar en la toma de decisiones cruciales; si equivocamos el voto en la primera vuelta, ahora, en medio de la cruel encrucijada que se enfrenta, es indispensable reflexionar con cabeza fría, dejando de lado odios y sectarismos y, actuando con máxima responsabilidad, depositar el voto por quien su conciencia y su razón le digan que es el que menos riesgo representa para el futuro de nuestro país.

Carmen Inés Cruz Betancourt

Comentarios