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Muy afortunado que la elección transcurrió en paz y la Registraduría operó con eficiencia. También, que el contendor aceptó los resultados y anunció que no hará oposición al nuevo Presidente, y será positivo que él y su candidata vicepresidencial, que lograron una enorme votación, ingresen al Congreso y desde allí trabajen aquellas propuestas que entusiasmaron a sus seguidores, como el combate a la corrupción y la austeridad en el gasto.
Si somos sinceros, a nadie puede sorprender los resultados. Que millones de colombianos quisieran un cambio de fondo resulta obvio en un país en el que hemos permitido que la inequidad social llegue a niveles sobrecogedores, como que el 42% vive en pobreza, muchos niños mueren de hambre, la violencia nos ha acompañado por largas décadas, y la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción, la impunidad, la depredación del ambiente, la politiquería y la polarización extrema nos abruman; y se suma el desempleo, la discriminación y exclusión que impacta a vastos sectores de la población. En esas circunstancias ¿quién no clama por el cambio? Parece que finalmente los “astros se alinearon” y la gente no aguantó más; es el contundente mensaje que deja la participación del 58.09% de la población habilitada para votar, la más alta de las cinco elecciones presidenciales anteriores ocurridas en el presente siglo.
Petro, un Presidente de izquierda y Francia Márquez primera afrocolombiana que llega a la Vicepresidencia, encuentran una situación extremadamente compleja en múltiples frentes. Afortunadamente en el Congreso, donde no cuentan con mayorías propias, se anuncian alianzas de otros partidos y grupos que podrían facilitar el trabajo pero, por supuesto enfrentarán feroz oposición de parlamentarios que representan esa clase politiquera y esa fracción de la sociedad que por muchas décadas se beneficiaron del poder y consolidaron el penoso estado de cosas que hoy sufrimos. No obstante, esperemos que ellos y la sociedad en su conjunto, hayamos entendido que Colombia cambió y nos dispongamos a facilitar los cambios que el país reclama.
Esperemos que el nuevo Presidente convoque a la ciudadanía, sin distingo alguno, para lograr ese Acuerdo de Unidad Nacional que proclama, para superar la polarización y trabajar unidos. También, que conforme un gabinete idóneo que transmita un mensaje de tranquilidad, confianza y unidad, no solo al entorno nacional sino internacional. Así mismo, que afirme su compromiso con el fortalecimiento de la democracia; aplique un claro sentido de las prioridades y de lo estratégico, que decante las múltiples promesas que hizo porque no podrá cumplirlas todas, por inviables, porque el tiempo es corto, los frentes por atender son muchos, los recursos precarios y la tarea extremadamente compleja. Y, para que el Acuerdo de Unidad perdure, esperemos que el nuevo Presidente revise algunas fallas de actitud y lenguaje suyo y de sus más conspicuos coequiperos y evite los errores que criticaron al Ejecutivo cuando eran oposición.
Finalmente, es crucial que entendamos que no debemos esperar milagros, quien ganó no es un Mesías, es un ser humano y el cambio es un proceso. Corresponde a la ciudadanía aportar cuanto esté a nuestro alcance, muy especialmente superando el fanatismo y la agresividad que alimenta el odio y la violencia, porque lo que queremos es la oportunidad de vivir en paz, trabajar y crecer juntos, y permitir que optimizando las experiencias acumuladas y los avances de la ciencia y la tecnología, en Colombia se logre desarrollar ese formidable potencial que la naturaleza nos ha regalado.
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