Perdón que insista

César Picón


Hace poco publiqué en mis redes sociales los correos electrónicos que dos colegios privados de Ibagué enviaron a los padres de familia, informando que no han recibido visto bueno por parte de la Alcaldía para iniciar clases presenciales bajo la modalidad de alternancia.
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En septiembre del año pasado la misma Alcaldía adoptó el “Plan de Alternancia Educativa 2021”, en el que incluyó las acciones que deberían seguirse para garantizar el retorno gradual, progresivo y seguro a las aulas de clase. Según ese Plan, distribuyeron entre las Instituciones Educativas oficiales un total de 445 lavamanos, 416 tapetes y 416 termómetros, supuestamente para poder abrir los colegios oficiales este año. También publicaron los protocolos de bioseguridad que deberían cumplir. Los privados debían solicitar mediante un formulario la visita de inspección y así obtendrían la viabilidad para volver a la presencialidad.

De manera desafortunada, al comienzo de este nuevo año lectivo lo único que saben la mayoría de colegios y padres de familia es que seguimos en virtualidad, quien sabe hasta cuándo. Son pocos los casos conocidos de colegios privados que ya recibieron viabilidad para iniciar esta semana la presencialidad. ¿Por qué los demás que han solicitado no han recibido la aprobación? ¿Acaso ni los han visitado? En los colegios oficiales no hay ni asomo de voluntad para abrir: los sindicatos de maestros insisten que es riesgoso (como si los demás trabajadores no tuvieran que salir todos los días a pesar del riesgo), la Alcaldía parece aceptar esa razón y descarta la alternancia, y una parte de los padres de familia prefieren evitar que sus hijos vuelvan al colegio. Varios privados, como ya se dijo, nada que reciben la visita de la Secretaria de Salud Municipal para poder iniciar las clases presenciales.

No pretendo polemizar con quienes por respetables razones no quieren enviar a sus hijos al colegio, ese es su derecho. No obstante, tampoco creo conveniente que el resto quede a expensas de esa dictadura. El derecho a la educación no se puede negociar ni tampoco degradar. La virtualidad en Colombia es una farsa para la mayoría de hogares, mucho mas en las zonas rurales. Los profesores, que han hecho su mejor esfuerzo y le han puesto todo el amor para acompañar la educación de los niños desde la distancia, han quedado diezmados no solo por su falta de formación para impartir educación virtual (que no es dar clases presenciales a través de una pantalla) sino por la carencia de medios y ayudas para lograr la interactividad y despertar el interés de los estudiantes. Muchos niños siguen expuestos al maltrato físico y emocional al haber perdido el derecho de permanecer en un entorno protector como el colegio. La pérdida en aprendizaje cognitivo y desarrollo de otras habilidades es irremplazable, como lo afirman muchos expertos. Ni que decir de las afectaciones mentales, el estrés y la depresión que causa el encierro en los menores. Sin abrir los colegios, muchas madres siguen atadas al cuidado y educación de sus pequeños, dejando de lado sus proyectos de vida y la posibilidad de trabajar y generar ingresos: al traste la equidad de genero. Lo peor, es que todo lo anterior recae mayoritariamente sobre las familias de escasos recursos, lo que profundiza la desigualdad.

Si ya reactivamos todo, hasta las actividades mas mundanas, ¿por qué no abrir los colegios que educan, protegen, divierten y desarrollan a nuestros hijos?

CESAR PICÓN

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