“Los discípulos al regresar de Emaús, contaron lo que les había pasado en el camino cómo Jesús se les había dado a conocer al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: Paz a vosotros. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: ¿por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.” (Lucas 24, 35-48).
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Las apariciones del resucitado marcan y encaminan la vida de aquellos que recibieron por primera vez el Kerygma y se convirtieron en testigos de la resurrección. El Kerygma como el primer anuncio sobre Dios, con su identidad propia que es el amor y por ende su misión que es la salvación del mundo.
Jesucristo mismo propone el Kerygma, anunciando que el Reino de Dios está cerca (cfr. Marcos 1, 15). La Acogida de ese Reino tiene como base la conversión de cada persona. Los apóstoles invitan a recibir a un Mesías, como ungido y enviado por Dios.
San Pedro el primero de los apóstoles, insiste en su predicación diciendo: A este Jesús, a quien ustedes mataron clavándolo en la Cruz por mano de los impíos. A éste, Dios lo resucitó, de lo cual todos nosotros somos testigos (Hechos 2, 23-32). Tenía toda la razón: testigos del resucitado, sería el mandato teológico.
Ninguna persona, puede ejercer ningún ministerio, ni anunciar la Palabra de Dios, ni ser un buen representante de Dios, mientras no sea un testigo del resucitado.
Los apóstoles tenían la razón en afirmar su condición de testigos del resucitado, el mismo Jesús les había encomendado esa misión (cfr. Hechos 1,8).
Precisamente la fe de la Iglesia se basa en el testimonio de los apóstoles; para nosotros los católicos es definitivo entender, lo que ellos vieron, creyeron y anunciaron. Un excelente testigo presenta a su Maestro, no habla de sí mismo.
El Papa emérito Benedicto XVI, enseña que los apóstoles a través de los signos de su Maestro, se abrieron al don de la Fe, y es esa misma fe, la que les permite entender lo que estaba escrito sobre Cristo: °°° en la ley de Moisés, los profetas y los salmos °°° (Lucas 24, 44). Un buen discípulo, reconoce su Maestro al partir el Pan (Lucas 24, 35). (cfr. Ángelus 22 abril 2012).
Cuida tu salud: Quien es testigo de Dios en el mundo, muestra el rostro amable de su Maestro.
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