Algo más del 50% del petróleo que se consume se destina a la gasolina, el diésel y el jet fuel. Pero ocurre que el desarrollo tecnológico y la creciente conciencia medio ambiental han impulsado la búsqueda de fuentes alternativas. En 15 o 20 años, todos los automóviles se moverán con motores eléctricos o con sistemas no derivados del petróleo. Semejante disminución de la demanda acarreará el derrumbe de los precios.
Países como Colombia saldrán del mercado. La consecuencia práctica es inmensa. Un porcentaje sustantivo de las divisas y de los recursos fiscales de la Nación dependen del sector petrolero. La participación de la extracción y refinación de petróleo ha oscilado entre el 8,1 y el 5,3% anual desde el 2000. En pleno auge petrolero, 2011 a 2014, el ingreso por impuestos y dividendos de Ecopetrol representó el 2,2% del PIB promedio y permitió la reducción del déficit fiscal del 3,3% al 2,6%.
En el otro lado, la caída de los precios trajo aparejada la disminución del 20% de los ingresos del gobierno central. Como Santos y Cárdenas, en lugar de ahorrar la bonanza petrolera, aumentaron de manera sustantiva el gasto público (no la inversión), nos han clavado tres reformas tributarias desde el 2014, dejando exhaustos los bolsillos ciudadanos.
Para rematar, al mismo tiempo han venido cayendo las reservas petroleras. Hoy ascienden a 1.727 millones de barriles. Tenemos apenas para 6,3 años de crudo y 11,1 años de gas. Colombia tiene petróleo, pero no es un país petrolero. Estamos a un paso de perder la autosuficiencia. A Ecopetrol le quedan apenas 7,4 años de vida. Si seguimos haciendo más de lo mismo, nos iremos al barranco.
El futuro es el desarrollo de yacimientos no convencionales, a través del famoso fracking, que le daría al país entre 2.000 y 7.000 millones de barriles de reservas. Por el contrario, hay que decirlo con claridad, sin los ingresos petroleros, el salto al pasado, el crecimiento de la pobreza serán monumentales. Necesitamos asegurar esos ingresos para los próximos 15 o 20 años. Y usarlos, como Noruega, de manera inteligente para apalancar otros sectores de la economía, de manera que cuando se venga la destorcida y no podamos sacar más petróleo, tengamos otras fuentes de desarrollo y riqueza. Hay que invertir, y hay que invertir bien, nuestro petróleo. El que no saquemos en los próximos tres o cuatro lustros, quedará sepultado para siempre. Y bajo tierra quedará también el dinero que necesitamos para asegurar el desarrollo del país. Eso es lo que nos jugamos con el fracking.
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