Una historia de tensiones, amenazas y negociaciones

libardo Vargas Celemin

Colombia y Venezuela nacen a la vida republicana juntas. Luego de haberse ayudado mutuamente para alcanzar la independencia se separan en 1830, ante las concepciones irreconciliables que defendían las nuevas burguesías de los dos países. Desde esos mismos años se inicia toda una cadena de negociaciones por los límites territoriales que han creado una gran tensión a través de cerca de doscientos años y que hoy continúa con nuevos matices y amenazas.

La historia de estos dos países, con una frontera común de 2.341 km. ha sido una larga disputa, donde ambos se acusan de transgredir fronteras, auxiliar a los enemigos que luchan por deponer gobiernos y generar migraciones para mantener la inestabilidad del otro. Ninguno de los dos está exento de responsabilidades, ambos han propiciado las disputas territoriales, cuyos espacios han sido especialmente la península de la Guajira y el lago de Maracaibo. Uno y otro se han alineado con potencias distintas que luchan por apoderarse del mundo y muchos de sus actos corresponden a tareas que deben cumplirles a las élites del poder.

Las migraciones han sido de parte y parte. Aunque no existen estadísticas, miles de colombianos viajaron a Venezuela en la segunda mitad del siglo pasado en busca de seguridad y mejores condiciones de vida. En cambio, sí las hay del actual desplazamiento por las difíciles condiciones de vida en Venezuela, producidas, en parte, por los bloqueos a que ha sido sometido el régimen de Maduro. Si bien es cierto las fuerzas armadas venezolanas continuamente traspasan las fronteras, ya sea por aire o por agua, no se puede olvidar el 19 de agosto de 1987 cuando la Corbeta colombiana “Caldas” penetró al Golfo de Venezuela y por poco estalla el combate. El gobierno colombiano denuncia la ayuda que le brindan a los guerrilleros del Eln y la disidencia de la Farc, y se olvida que en el pasado desde aquí Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez organizaron las dictaduras en el vecino país, como también recientemente Pedro Carmona, intentó un fallido golpe contra Chávez desde Bogotá.

Cuando las tensiones están a punto de explotar, los gobiernos, luego de azuzar al máximo el patrioterismo y justificar con falacias la necesidad de enfrentar a su hermano biológico, acuden a las negociaciones para tranquilizar sus conciencias. Entre tanto los pueblos de las dos naciones agregan a la zozobra de los enfrentamientos internos, el terror a una guerra externa, para saciar el apetito expansionista de sus patrones internacionales. Los ejercicios militares ordenados por Maduro y el trámite colombiano ante la ONU para que Venezuela sea considerada como nación que patrocina el terrorismo, es otro capítulo de la misma historia que hemos soportado estos pueblos siameses, desde su nacimiento.

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