Las elecciones pasadas fueron espacios de risa y hasta de carcajadas, pero no precisamente por los resultados electorales, sino por la información de los corresponsales de los medios de comunicación en todo Colombia, con sus colecciones de anécdotas que configuran el verdadero prontuario de lo que son las elecciones en nuestro país. ¿Cómo no reírse uno de que en el municipio de Rosario, en Nariño, los dos únicos candidatos a la alcaldía tuvieron que pasar la víspera en la cárcel, acusados por constreñimiento a los electores? o ¿que el ganador de la alcaldía de Bello, al levantar los brazos para celebrar el triunfo, se le notó el brazalete del Instituto Nacional Penitenciario?
Los resultados, aunque no transformaron la decadente democracia representativa, sí mostraron atisbos de algunos cambios que pueden marcar un futuro distinto. El voto en blanco, por ejemplo, ocupó sitiales importantes en los resultados de algunas regiones. La llegada de defensores ambientalistas es significativo. Campañas creativas, como la de Wilson Danovis Lozano, nuevo concejal de Bucaramanga, que recorrió sus calles en una bicicleta eléctrica hablando con los jóvenes, mientras otros candidatos lo hacían en camionetas cuatro por cuatro.
En el contexto nacional, el partido político en el poder resultó el más damnificado. Cuando se sentían inamovibles, y se dedicaban a presentar propuestas para arrasar las conquistas laborales de los trabajadores y empleados, así como el incumplimiento de pactos sociales y el intento por judicializar la protesta social. Los electores, sobre todo los jóvenes, reaccionaron a las prácticas caudillistas del innombrable y su equipo de áulicos. El estruendoso fracaso en alcaldías de ciudades y gobernaciones importantes reconfiguran el mapa político del país y puede ser el inicio del despertar de amplios sectores de la sociedad.
Sin embargo, la llegada de una serie de “alianzas” no son garantía de una transformación política, pues muchas de ellas hacen parte de una nueva estrategia de ese viejo estilo de aliarse hasta con el diablo, con el fin de permanecer usufrutuando las canonjías del poder. La proliferación de “partidos” es un indicador del nulo interés de sus dirigentes por los problemas sociales de la comunidad, pues su única intención es la de conquistar puestos para su dirigencia.
Resultan increíbles los componentes de ese salpicón político que se adueña del país, donde intentan hacer desaparecer las ideologías y despojar la política de ideas claras sobre el modelo de país que deseamos.
Muchos electores hastiados por los debates insulsos, se acogen a esa campaña que busca desideologizar la política, pero no reflexionan sobre quienes están detrás y jamás piensan que es una estrategia de las élites del poder para seguir manipulándonos.
De estas elecciones solo esperamos que esas asociaciones no terminen convertidas en “coaliciones para delinquir”.
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