¿Hasta cuándo dialogar con el Eln?

El presidente Gustavo Petro, quien ya cometió un error al apresurarse en anunciar un cese al fuego bilateral que el mismo Eln desestimó, debe calcular muy bien hasta dónde se justifica mantener un proceso de diálogo tan generoso, con una guerrilla cuyos antecedentes históricos la muestran muy lejos de una sincera intención de paz.

 

En la madrugada del 29 de marzo de 2023, el Eln asesinó a nueve militares en el Catatumbo, en medio de las actuales conversaciones con el gobierno del presidente Gustavo Petro. En las primeras horas de la mañana del 17 de enero de 2019, en Bogotá, el mismo Eln, mediante ataque también alevoso, con por lo menos 80 kilos de pentolita, asesinó a 22 jóvenes que se formaban en la Escuela de Cadetes de Policía General Santander, cuando aún estaba vigente la mesa de negociaciones al comienzo del gobierno de Iván Duque.

Pero, cuatro años atrás, en el Cauca, ya no el Eln, sino las Farc, cuando se encontraba negociando la paz con el gobierno de Juan Manuel Santos, mataron a 10 militares y dejaron 21 heridos, en medio del cese de hostilidades vigente entonces. Las conversaciones de paz con Santos continuaron y llegaron a buen término, pero con el Eln la situación nunca ha sido clara, entre otras cosas porque, como ha ocurrido en procesos similares pasados en Colombia, se usan estos períodos de diálogo para dar golpes armados que den ventaja en la mesa, buscando debilitar la posición del Estado.

En el caso del Eln, se ha dudado siempre de su verdadera voluntad de paz pues son muchos los procesos fracasados con esa guerrilla, desde 1975 con Alfonso López Michelsen, luego en 1990 con César Gaviria, en el 94 con Ernesto Samper, incluso en el final del primer gobierno Uribe y el comienzo de su segundo período, cuando se avanzó en conversaciones que también se extinguieron entre las dilaciones de los subversivos y el rompimiento de relaciones con Venezuela, país que impulsaba y era garante del proceso, antecedentes estos que dejan todo qué desear de la seriedad y real compromiso del Eln con la paz.

Pero también, siempre ha estado en entredicho la verdadera unidad de esta guerrilla, cuyos frentes parecen no tener la cohesión necesaria que permita pensar que quienes están sentados a la mesa de diálogo, los representan a todos. 

En pocas palabras, el presidente Gustavo Petro, quien ya cometió un error al apresurarse en anunciar un cese al fuego bilateral que el mismo Eln desestimó, debe calcular muy bien hasta dónde se justifica mantener un proceso de diálogo tan generoso, con una guerrilla cuyos antecedentes históricos la muestran muy lejos de una sincera intención de paz, que ha abandonado repetidamente las mesas de diálogo a las que se ha sentado, que sabotea con actos sangrientos los ceses al fuego y que al parecer carece de la unidad de mando necesaria para pactar unos acuerdos de paz serios y responder por ellos.

 

 

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