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En la época colonial fue el refugio de un fraile dominico y una monja que vinieron a nuestra ciudad, pues en la actual construcción del Banco de la República existió un convento de los dominicos; ellos abandonaron sus hábitos religiosos para rendir culto al amor y la pasión.
Más tarde hallaron los esqueletos de la religiosa y el monje colocados en la cueva donde permanecían; sus espíritus deambulan por aquel sector de la ciudad.
Refiriéndonos al mismo personaje del padre o cura sin cabeza, en la localidad de Buenos Aires estacionaba la máquina de vapor que proseguía su viaje a Ibagué por la antigua carrilera.
Allí también aparecía el cura sin cabeza en unas colinas cercanas. Según el relato de los antepasados, vivió en ese lugar un religioso ermitaño dedicado a la contemplación de la naturaleza.
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