Quintín, el indio que recordó la herencia guerrera Pijao

SUMINISTRADA – EL NUEVO DÍA
Tolimense de corazón y lucha, a principios del siglo pasado llegó al Sur del Tolima el hombre que con su espíritu y conocimiento transformó el pensamiento del indio Pijao, para que batallara por sus territorios

Al frente del cerro de Los Abechucos, observando la imagen que se forma en esta cadena montañosa de Ortega, como de un indio acostado, duerme eternamente el líder indígena Manuel Quintín Lame Chantre, ese fue el sitio señalado por él para descansar.

“A mí, compañeros, no me vayan a dejar en el cementerio de Ortega porque ahí están todos mis enemigos, los de todos mis males, quienes me maltrataron, me pusieron preso y me cortaron el pelo. No me dejen en el cementerio, a mí déjenme en Los Abechucos”.

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Estas, según el anciano indígena Arnulfo Tique Tique, fueron los deseos de quien guió al indio Pijao en la lucha para recuperar, luego de cientos de años, las tierras que les fueron arrebatadas tras la llegada de los españoles a Colombia.

En el bohío ancestral del resguardo indígena Guatavita Tua, los ancianos indígenas Arnulfo Tique y Paulino Tique Yara, acompañados de César Culma Yara y Joselino Tique Capera, recordaron los momentos en que Quintín Lame recorrió las tierras y le enseñó al indio a luchar por lo que les pertenece.

“Cuando Quintín Lame llegó al Tolima desde el Cauca -narra Arnulfo Tique, quien dice que era niño cuando lo vio-, se encontró con José Gonzalo Sánchez, Eutiquio Timoté y su secretario Abel Tique, él les explicó sobre sus derechos y en Alto Sano tenía un colegio, donde la violencia llegó y le quemó las chozas.

“Los terratenientes se fueron pensando que lo habían matado, pero él estaba sano y salió a Yaguara en Chaparral. Nunca dejó de luchar por sus compañeros; a muchos los encarcelaron, así como a él, que lo apresaron 108 veces, pero Quintín hablaba del Decreto que nos ampara y salía libre”.

Arnulfo Tique, cuenta que Manuel Quintín aprendió leyes, en especial la Ley 89 de 1890, que ampara al indígena, y que con esos conocimientos fue reclutando gente para recuperar los territorios, pues él, siendo terrajero, así como sus padres Mariano Lame y Dolores Chantre, se dio cuenta que el hombre blanco los explotaba en sus propios terrenos.

“Su recorrido, luego de apoyar la lucha indígena en Cauca, fue Yaguara y Ortega, hasta Guatavita Tua, acá conoció a Roque Tique, Belisario Tique, Ramón Tique, Arsenio Alape y a mujeres fuertes como Alejandrina Tique, Felisa Uribe, quienes pensaban iban a fracasar, pero Lame vino a fortalecerlos.

“En esos recorridos, huyendo del maltrato de los ‘blancos’ con sus perros, fue labrando el camino para crear el 657, el gran resguardo de Ortega y Chaparral, que ‘arropa’ Chenche, Purificación, Cucuana, San Antonio y Guatavita Tua”.

Este anciano, así como Paulino Tique, cuentan que sus padres ayudaron a Quintín a escapar, pues en balsas lo sacaban por el río Saldaña hacia otros resguardos.

Recuperando tierras

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“Manuel fue un buen abogado -agrega Paulino Tique -, elaboraba documentos y nos repasaba nuestros derechos; también, estaba con él, Pedro Tique, Abraham, Zacarías, Arsenio, Bárbara Tique, Alenjandrina, Catalina Yara; ellos fueron muy guerreros.

“Guatavita Tua tuvo cuatro recuperaciones, en la última, hacia 1986, salimos todos y un terrateniente trajo 200 policías y 100 soldados, en ese golpe no nos mataron a nadie, pero en otra oportunidad asesinaron a dos compañeros, entre ellos a Doris Lozano, es que ellos venían con carabinas.

“Nos reunimos indígenas de Coyaima, Natagaima, Ortega, era una buena organización, no como ahora, y trajimos a la compañera, antes de llegar a Ortega, la Policía iba diciendo ‘ojo’ que vienen los guerrilleros del M-19, cierren los locales porque los van a acabar”, asegura Paulino.

Tras esas muertes, dice Paulino que se formó una minga que iba decidida a llegar caminando hasta Bogotá, no obstante, llegando a Guamo hubo una confrontación con la Policía, ellos continuaron su camino y en Espinal volvieron a detenerlos, la misión era llegar o hacerse matar.

“En Espinal nos dijeron que el gobierno había comprado las tierras, regresamos a las tierras y una noche llegaron dos camiones con soldados, al otro día arribó el gobernador Guillermo Alfonso Jaramillo, firmaron los documentos y quedaron las tierras, no todas cultivables; pero sí nos tocó muy duro”.

El ser humano

Quintín Lame, que nació el 31 de octubre de 1888 y falleció el 7 de octubre de 1967, aparte de luchar contra el ‘hombre blanco’, de haber estado en la cárcel 108 veces y recorrer casi todo el Sur del Tolima, fue una persona común y corriente, que tuvo sus novias, esposa e hijos; aunque poco se sabe de ellos.

Dicen que tuvo amoríos con una mujer llamada Pío Quinta, pero que se casó con la profesora Zaturia Bonilla y tuvo dos hijos llamados, José y Flor; pasó sus últimos días en Ortega, donde habitaba en una choza, y cada domingo asistía a misa.

Según las hermanas gemelas María Olga y Ana Celmira Castro Hernández, quienes residen en el sitio donde tenía su casa Quintín Lame, en ese tiempo la morada del líder indígena era una choza con un lote en el que éste sembraba alimentos para su subsistencia y también para la venta.

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“Nosotras lo conocimos cuando niñas vivíamos frente a la casa de él; la choza estaba más hacia la mitad de donde ahora cruza la calle, nos vendía las piñas que cultivaba, ya que nosotras vendíamos jugos.

“Él era buena gente, ya cuando estaba bien viejo los niños lo molestaban, le decían: ‘moña chipa, va a llover’ y él salía corriendo a cogerlos a piedra y les gritaba, ‘respeten que yo no me meto con ustedes’. Por las tardes se sentaba a leer un libro no sé el título.

“También tenía unas fotos de cuando era joven; tenía un bigote pulido y la cabellera larga, era bien elegante”, narran las mujeres.

Dicen además, que los últimos días los vivió solo, andaba vestido con una especie de bata hasta el día en que falleció de muerte natural.

Por un ideal

Los terratenientes, liberales y conservadores lo querían matar, según los indígenas, porque con sus ideas le cambió el pensamiento a los pijaos, quienes volvieron a recordar a sus ancestros luchadores y así lograron recuperar parte de sus terrenos.

En otra localidad de Guatavita Tua, reside Montegranario Moreno Capera, un hombre de 76 años, conoció y recolectó los ideales de Lame Chartre, para irse a luchar por su tierra.

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“Yo averiguaba con los abuelos que quién era ese señor, ellos me decían, ‘es el indio Lame’, pero nunca me contaron su historia ni lo que representó para el pueblo, ya cuando empecé a conocer de él, entendí las cosas y por el año del 67 estaba en la lucha de Lame.

“Es que a nosotros nos engañaron muy fácil, nos daban cosas, sal, pero yo no vi la razón, después de que me casé, como a los 23 años, supe la historia y vi que era necesario recuperar las tierras”.

Con una mente lúcida, Moreno Capera quien tiene 76 años, cuenta los combates que tuvieron que resistir para recuperar parte de Guatavita Tua; según la historia, fueron cuatro grandes enfrentamientos.

“El primero fue en 1837, cuando lucharon los ancestros contra los generales de la guerra; en 1912 cuando la Ley de Amnistía de Rojas Pinilla, para ese tiempo entró Quintín a luchar; estuvo también la de 1972 y la última en 1986 donde se recuperaron mil 60 hectáreas y vivimos 268 familias”.

Quintín Lame, quien creció en una familia de terrajeros, pues cuidaba las tierras de un hacendado, se fue a prestar servicio militar; de allí lo llevaron a Panamá, donde aprendió a leer y comprender las leyes, fue así que al regresar inició la lucha.

Dice Montegranario Capera, que de todas las veces que encarcelaron a Lame, le querían aplicar la Ley de la Vagancia, pero que no pudieron, porque sabía del Decreto que reza que los indígenas no son vagabundos, sino defensores de su propia causa: “él era su propio abogado; además escribió los libros El Polen de la humanidad y Defensa de mi Raza”.

Lugar sagrado

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Llegar al cementerio de la comunidad indígena Chiquinima, donde está enterrado Manuel Quintín Lame Chantre es aparentemente fácil, la caminata dura un poco más de 40 minutos y hay que atravesar el río Ortega, lo importante es que en el momento en que se llega hay que pedir permiso o llevar una ofrenda a los espíritus.

Según César Culma, hace un tiempo algunos excursionistas efectuaron el ascenso, pero al no conocer lo que se debía realizar, uno de los visitantes falleció al ser picado por una culebra taya X; para los indígenas, es importante pedir permiso al momento de ingresar a sus sitios sagrados.

La tumba cuenta con una cruz donde están unos banderines de las poblaciones de Cauca y Neiva; de los primeros se puso el día que una comitiva de dicho Departamento subió a visitar al líder.

En la placa dice: “Aquí duerme el indio cacique Manuel Quintín, fue el hombre que no se humilla ante la justicia. Yo no soy profeta, pero sí he sido y soy el pastor de mi raza, una columna formará un puñado de indígenas el día de mañana, para reivindicar sus derechos.

“Recuerdo asociaciones de cabildos Nasa, Oxha-uxha. Juantama, jóvenes de Tierradento, semilleros de esperanza y paz. Programa de salud. YAC, Ka KSXAW”. 

Credito
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS

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