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Cuando comenzó la expansión de Ambalema, en los primeros años del régimen republicano, el calor era casi igual de intenso que ahora. Para intentar mitigarlo, las casas eran construidas con amplios aleros que sobresalían hasta el borde de las carreteras y sostenidos sobre columnas. Sentarse allí era buscar la sombra del hogar y el viento de la calle.
Estas viviendas resistieron el paso de los años y se convirtieron en un paisaje cultural e histórico único en el Tolima. Ambalema, la ciudad de las ‘mil y una columnas’, celebra 394 años de fundación.
Huellas de la época tabacalera
Durante la época de la Colonia, Ambalema fue una de las ciudades más importantes del país. Esa relevancia aún se ve en construcciones vinculadas al cultivo del tabaco que datan desde comienzos del siglo XIX, e incluso de antes, como la Casa Inglesa o la Casa del Balcón, sitios en donde anteriormente estaban ubicadas las oficinas dedicadas a la administración de esta labor.
A unas cuadras del centro histórico está La Factoría, en donde antes estaba la reconocida marca La Patria y cuyas instalaciones se adecuaron para el funcionamiento de una escuela primaria.
Frente a La Factoría se encuentra La Casona, sitio en el cual funcionó el primer Banco de Comercio de la historia del país, responsable en su época de comercializar y exportar el tabaco.
En Ambalema se cuenta que, dado el renombre mundial que tuvo el tabaco colombiano, figuras históricas como el exprimer ministro de Reino Unido Winston Churchill lo preferían.
En este municipio también se ubicó la Casa de la Moneda, primera acuñadora de Colombia.
Su iglesia, Santa Lucía, estaba construida, primero en bahareque y, luego, en mampostería. Sin embargo, con los años se estableció una estructura eclesiástica moderna, con un diseño arquitectónico que permite la entrada de un número mayor de personas.
La ciudad monumento
El 17 de septiembre de 1825 un incendio consumió completamente el caserío de Ambalema. Los materiales con los que estaban compuestas las viviendas hicieron que fuera más voraz y fue poco lo que se pudo hacer. La población tuvo que trasladarse a un nuevo lugar, a unos pocos kilómetros del emplazamiento original y mucho más cercano a la desembocadura del río Magdalena.
Ese traslado contó con contradictorios, por lo que se puso a votación, ganando quienes querían que la reconstrucción se realizara en el mismo sitio. No obstante, en 1826 el gobernador provincial ordenó la mudanza al sector en el que estaba la nueva factoría de tabaco.
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