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Cuando Ali Triana parte a estudiar cine y teatro a la Academia Superior de Artes, AMU de Praga, Checoslovaquia, aparece Carlos Duplat, exmilitante político del M-19, director de teatro y televisión, libretista y actor, quien desde el seno de la Universidad del Tolima continuó con el proceso teatral forjado por Triana.
Carlos Duplat desarrolló puestas en escena con matices políticos, hecho que meses más tarde le trajo como consecuencia su expulsión de la institución luego de crear una obra de teatro a través de la cual criticaba al director de extensión cultural de la época.
Este episodio sirvió para la reivindicación del teatro en Ibagué y conllevó a crear la primera sala de teatro popular en el barrio los Mártires, albergando a La Carreta del Tolima y a grupos de teatro de Bogotá.
El teatro como forma de expresión de la clase popular en Los Mártires
Al respecto, Duplat manifestó en un artículo sobre teatro popular publicado por la revista de la Universidad Nacional en 1970 lo siguiente:
“Durante más de dos años asistimos al proceso de redescubrimiento de una forma de expresión teatral, realizado por un amplio sector de la clase popular: todo un barrio integrado por más de seiscientas familias, casi en su totalidad campesinas exiliadas de sus tierras por la violencia, se pusieron a redescubrir el teatro como expresión propia de su clase.
Se trataba del barrio Los Mártires, situado en Ibagué, Tolima, durante los años 62 a 64. El punto de arranque había sido una solicitud hecha por algunos integrantes del barrio a la Universidad del Tolima con el fin de que ésta les proporcionara cultura. Pero como nuestra cultura no puede desplazarse a la vía pública, la gente del barrio se vio obligada a ponerse a construir con sus propios medios un galpón que pudiera recibirla.
Todo el barrio se movilizó. La construcción hecha en bahareque y paja comenzó a crecer y ellos se vieron obligados a darle una utilización inmediata. La necesidad había sido creada.
Primero fueron simples reuniones del barrio, luego fiestas, más tarde armaron programas hechos con poemas que reflejaban sus problemas mezclados con canciones populares.
Más adelante esas presentaciones se enriquecieron con algunos "números" (piezas cortas de teatro, al estilo circo, farsescas) y con danzas. Los poemas fueron teatralizados.
Al cabo de un año de estar desarrollando esas presentaciones llegaron a la realización de piezas de teatro de larga duración (más de dos horas) de corte épico, por medio de las cuales contaban sus luchas por la tierra en el campo, los problemas de la adaptación del campesino a la ciudad, a la proletarización, y su lucha por la vida y por el pan.
También se contaban sueños e ilusiones, pero narrados como sueños e ilusiones de una clase y no de un individuo. El trabajo había sido colectivo como la construcción del edificio. En él participaron todos los actores en una forma directa y los habitantes del barrio, es decir, el público, también participaron activamente en confrontaciones periódicas y en las discusiones que se adelantaban durante el proceso de elaboración de la pieza.
De esa manera fueron redescubriendo conscientemente formas de expresión y mecanismos de comunicación, que les pertenecían desde siempre, como la poesía, la copla, el canto, la danza, el circo, la farsa y la épica. La riqueza de la imaginación popular y la fuerza expresiva que transmitían a la actuación, emanados de la veracidad de los hechos vividos y compartidos, sumadas a la relación que se creaba entre la escena y la sala, debida al hecho de haber compartido no sólo el trabajo de realizar la obra sino también las luchas que narraba la pieza, daban a los temas tratados una poesía y un vigor que difícilmente se pueden encontrar en una representación teatral.
Los actores se dirigían a personas conocidas, lo que narraban les pertenecía tanto a ellos como a los que estaban en la sala. Había una verdad teatral que los actores afirmaban y que el público corroboraba.
El trabajo colectivo alrededor de una realización material (el barrio, luego el teatro) se había traducido en la búsqueda de una expresión, de una forma de contar una problemática común aunque la gente proviniera de diferentes provincias.
Las discusiones alrededor del trabajo llevaron a la comunidad a reflexionar sobre su situación, a mirar críticamente su medio y a reforzar la organización incipiente del barrio. En los vecinos se despertó el deseo de desarrollarse en una forma revolucionaria y llegaron a constituir una cooperativa que más tarde originó una granja comunal”.
Nace el teatro universitario
Tiempo después Duplat dejó el teatro en Ibagué y salió a buscar nuevos rumbos por el país. El grupo la Carreta del Tolima se disolvió, sin embargo, justo en esa época hizo su aparición el teatro universitario que se fortaleció bajo la agitación política del momento.
Se recuerda a Jaime Ernesto Mejía, Mario Lafont, Gandhi Huertas, Ancizar Guzmán, Antonio Camacho, Michel Lentz, Jaime Santos, Cristóbal Ospina, Helena Stefan, Jesús A. Jordán y Milton Niño Botia cuyo trabajo convirtió al movimiento teatral universitario tolimense en uno de los más fuertes del país, realizando puestas en escena de Alfonso Sastre y Oswaldo Dragun, bajo los preceptos pedagógicos de Bertold Brecht.
En 1975, después de 12 años de un arduo trabajo teatral, desarrollado bajo la dirección de Antonio Camacho Rugeles a través de puestas en escena con tintes ideológicos populares, Armando Martínez asume la dirección del grupo de la Universidad del Tolima y tuvo que batallar con el descenso teatral universitario motivado por la represión del gobierno de turno, trayendo como resultado no solamente la desaparición del teatro sino también de la Facultad de Bellas Artes en el contexto de la Universidad del Tolima. Con información del Consejo Municipal de Teatro. Ibagué, 2017.
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