Lo buscó desde antes de nacer y lo vino a encontrar 36 años después. Cuando Estela de Carlotto pasó de los 80 años de edad solo le pedía a Dios una cosa, vida para abrazar al nieto que no conocía, que nació y desapareció cuando su hija Laura era cautiva en uno de los campos de concentración que había instalado la dictadura militar argentina en los años setenta.
Ella, desde hace muchos años, es la presidenta de la asociación de Las Abuelas de Mayo, el grupo de valientes mujeres que se enfrentaron, de manera pacífica, a las autoridades militares que fueron victimarios de miles de argentinos, entre muertos y desaparecidos, pero además otras víctimas, hijos de los secuestrados que al nacer fueron separados de sus progenitores.
Una lucha que décadas después continúa y no para. Por eso, los organizadores de la primera Cumbre Mundial del Arte y la Cultura para la Paz, que se desarrolla esta semana en Bogotá, la invitaron, y pocas horas luego de un agotador vuelo, tuvo un emotivo encuentro con mujeres colombianas con quienes tiene una lucha en común: Las Madres de Soacha.
Se encontraron historias muy fuertes de madres que no quieren callar, que levantan la voz para que se haga justicia.
Dolor compartido
- Una dolorosa historia que la ha acompañado por décadas…
Mi historia es muy fuerte y es la misma que le tocó vivir a miles de familia a partir de 1973, cuando llegó la Dictadura Mundial, pero las personas de mi generación venían algo acostumbradas a que cada gobierno que llegaba por voto popular fuera desalojado por las fuerzas armadas y civiles cómplices.
En las anteriores se presentaron graves y serios problemas y violencia contra la población civil, pero no hubo movimiento social de protesta, de salir a las calles y hacer escuchar su voz. Nos habíamos acostumbrado a vivir así.
Los jóvenes fueron quienes no quisieron seguir viviendo así, por lo que empezaron las manifestaciones contra la dictadura y en 1976 se conforma de una banda terrorista de estado, la Triple A, donde empezó el terror.
- ¿Cómo se involucra su familia en ello?
Mi marido era un pequeño empresario y yo una directora de una escuela primaria. Mis dos hijas mayores eran militantes opositoras universitarias con sus compañeros iban a casa, hacían marcha y tomaban las sábanas viejas para hacer sus carteles pintados a mano y poco a poco llegó el llanto de ellas porque algún compañero aparecía muerto o era desaparecido.
Fue una época en la que se creó todo un Estado en función de la muerte. En ese entonces empezaron a aparecer en las calles los autos desmantelados, sin placas de identidad, con los fascinerosos montados, agazapados en el día y de un momento a otro abrían sus puertas y tomaban a quien serían sus víctimas.
- Y en su caso particular, ¿Cómo se involucró?
Una mujer maestra que nunca había militado en política, que había votado cuando le tocaba votar, educada en dictaduras, por lo que era casi consentidora de estos golpes de Estado, sin darme cuenta que había que salir y no quedarse conforme.
Empezamos a ver a nuestros hijos involucrarse, tratamos de convencerlos de que no se metieran pero fue al revés, ellos nos convencieron a nosotros de que había que hacerlo, porque la convicción era muy fuerte, que había lo que tuviera que hacer por la justicia social, incluso hasta dar la vida.
- ¿Cuál era el papel de Laura, su hija secuestrada y luego asesinada, dentro de los grupos estudiantiles?
Ella hacía parte de la organización política Montoneros manejando la prensa. Pero antes de lo sucedido con ella, mi esposo fue secuestrado y lo devolvieron luego de pagar una extorsión, y más adelante en ciudad de La Plata, en 1976, en la llamada ‘La Noche de los Lápices’, en la que desaparecieron estudiantes de 15 instituciones, fue secuestrado un familiar nuestro.
Vino la desaparición de Laura en 1977 y estaba a la espera de un bebé, y ninguna madre se queda con los brazos cruzados, sales a buscar a tu hija. Teníamos miedo, no sabíamos qué hacer, dejamos todo atrás, me retiré de la docencia y salí a la calle para encontrarme allí a mujeres en mi misma situación, que estaban en búsqueda de sus hijos y sus nietos. Así nació esta organización.
- ¿Una labor de largo aliento?
Recorremos el mundo llevando el mensaje, mostrando los resultados y dejando los miedos, porque en el 2002 me quisieron matar bombardeando mi casa, pero no me tocó morir, y no por eso dejé de hacer lo que siento que debo hacer, porque lo peor ya me lo habían hecho, que era quitarme a mi hija y a mi nieto, que para una madre es peor que la muerte.
Entre los desaparecidos
- A diferencia de cientos de desaparecidos, a ustedes le regresaron el cuerpo de Laura…
Es doloroso decirlo así, pero nosotros tuvimos el privilegio de que nos devolvieran el cuerpo de mi hija asesinada, porque en muchos otros casos sencillamente las madres no saben qué pasó y dónde están sus hijos.
- ¿Ahí inició la búsqueda de su nieto?
Primero por personas que estuvieron en los campos de concentración que crearon en guarniciones militares y de policía, más de 300, donde se encontraban los secuestrados. Varias personas me hablaron de Laura y su pequeño hijo.
Algunas de ellas pensaron que Laura seguía viva, porque les hacían creer que podrían salir vivos, pero el niño hizo parte de un plan sistemático, que hoy está comprobado que así fue, de robo de bebés.
Una lucha abriendo caminos, con trabajo con psicólogos para ayudar a las familias, en procesos investigativos, que nosotras mismas hacíamos en un comienzo, pero luego se gestó un equipo especializado en ello.
- ¿Cómo buscar un niño que ni conocían en esa época?
Empezó a llegar el aporte de la ciencia a través de la sangre, la genética. Ya en democracia se creó el Banco Nacional de Datos Genéticos, que es único en el mundo, y que cuenta con los datos de las familias que están en búsqueda de su nieto.
En agosto del año pasado encontré a mi nieto, y este sistema fue fundamental para que mi búsqueda personal acabara. Ha sido único porque ya son 114 nietos que se han encontrado con su familia, con sus abuelas.
Él llegó, con sus dudas, al Banco Nacional de Datos Genéticos y se encontró con una abuela que lo estaba buscando.
- ¿Seguirá trabajando en la asociación?
Seguiré trabajando porque tengo muchas compañeras que todavía no han abrazado a sus nietos. Seguiré así me toque con un bastón en la mano, porque caminamos y caminamos y nunca nos arrodillamos.
Entre madres
- ¿Cómo fue el encuentro con las Madres de Soacha?
Fue un encuentro muy duro, con coincidencias increíbles entre las historias, pero tenemos el compromiso de ayudarlas para que las cosas lleguen a concretarse como está sucediendo en Argentina, con 30 años de democracia, donde se han condenado más de estos 600 depredadores, aunque falta mucho, como cerca de 300 nietos de los miles de cadáveres de desaparecidos.
- ¿Un rol completamente femenino?
Al hombre le tocó un rol bastante duro, el quedarse en casa y no saber si íbamos a regresar. Creo que la mujer tiene una fuerza especial, la de una madre con una reserva de amor, se vuelve una leona cuando le tocan un hijo. A ellos les afectó mucho la pérdida de los hijos, les deterioró la salud y la mayoría de nosotras somos viudas.
- ¿Y las marchas en la plaza?
Cuando empezamos yo fui temblando porque algunas veces pasaban cosas, pero los militares nos miraban desde la Casa Rosada, y al parecer nos dejaban porque nos subestimaban, nos tachaban de locas, “ya se van a cansar, son sus mujeres y se van a ir”.
Pero además, como había Estado de Sitio, donde no se podían reunir más de tres personas, nos tocaba caminar, de ahí nacieron las rodas, ellos mismos nos dieron la inventiva.
- ¿Cómo ha sido reconstruir su vida con su nieto?
Es un nieto maravilloso. Todos lo son, pero algunos más difíciles que otros. Fue criado en el campo y luchó contra la pobreza por su sueño de ser músico, junto a unos apropiadores a quienes llamaba padres, que eran buena gente con él, casi víctimas de la situación, pero la justicia será la que dicte su papel en todo esto. Con mi nieto nos estamos conociendo, lleno de ternura y cuando quiere saber de sus padres viene y me pregunta.
- ¿Qué le marcó de los testimonios de las Madres de Soacha?
Cada país tiene su propia dinámica, dándoles el consejo para que no decaigan, que sumen personas y visibilidad para que no caiga en el olvido. Quien te diga en estas situaciones que olvides, no es una buena persona.
- ¿Y el duelo y el perdón?
No se puede hacer el duelo sino aparece la víctima, por lo que se vuelve un duelo que no se cierra. Ahora, la palabra perdón, es algo individual no colectivo. Pero por otra parte los victimarios no lo quieren porque no aceptan lo que han hecho. Otra de las cosas con las que no estamos de acuerdo es la reconciliación, por qué voy a reconciliarme si yo no hice nada, si fueron ellos los que han querido deshacer la familia y no han podido, porque estamos en la recuperación de la memoria, porque no hay que olvidar.
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