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El pasado 18 de marzo, María Oliva Rodríguez de Triana celebró sus 104 años de vida, acompañada de gran parte de su familia, gozando de buena salud, ganas de bailar y toda una vida de buenos recuerdos.
Un siglo de vitalidad y alegría
Cerca de 100 personas entre hijos, nietos, bisnietos y sus respectivas familias llegaron hasta Ibagué, procedentes de Bogotá, Pereira, Medellín y hasta Dinamarca para festejar el centésimo cuarto cumpleaños de María Oliva. La abuela tiene cinco hijos, 15 bisnietos y ya conoció a una tataranieta.
El plan original de su hija Inés, quien convive y la cuida, era irse con ella en su carro hasta Antioquia, para recorrer los pintorescos pueblos de ese departamento, pero María Oliva le respondió que en esta temporada de lluvias podría ser peligroso viajar, por los eventuales derrumbes.
“Dijo que sentía que muchos de sus amigos se han muerto y que prefería una reunión familiar. La hicimos en un salón en Tierra Linda del Vergel. Incluyó un almuerzo, misa oficiada por el párroco y fiesta con temática de sombreros”, contó Inés.
Los sombreros son alusivos a una de las grandes pasiones de la abuela: las danzas.
Hasta hace poco más de una década hizo parte de grupos folclóricos de adultos mayores que en junio salen a recorrer las calles al son de los bailes tradicionales de nuestra región. Gracias a ello, recorrió gran parte del país, representándonos y obteniendo diferentes títulos. Por eso en el festejo de sus 104 años, una de sus peticiones fue bailar el ‘cachipay’.
“Yo bailaba pasillos, pasodobles, boleros, de todo. Teníamos muchas presentaciones. A todos les gustaba verme bailar. Representé al Tolima. Fui reina, virreina y princesa en diferentes concursos”, relató María Oliva.
Nació en Valle de San Juan y su infancia transcurrió en la vereda El Capote, en medio del campo, con una alimentación sana, a la que le atribuye su estado de salud después de un siglo de vida. Se casó a los 18 años con Félix María Triana, ingeniero agrónomo, hijo del notario ibaguereño Arsenio Triana. Desde entonces, su vida transcurrió en el barrio La Pola. Enviudó joven y desde entonces se dedicó a sacar a sus cinco hijos adelante.
Cosía, fabricaba cortinas y ropa para damas de la clase alta de Ibagué, muchas veces trasnochando, con muchos sacrificios. Así logró que sus cinco hijos fueran a la universidad. Se ganó el cariño y estimación de muchas personas gracias a su forma de ser. “La gente me quiere porque soy amable y cariñosa. Me gustan mucho los niños”, expresó la adulta mayor.
En su cumpleaños número 100 bailó el vals. Por eso esta vez quiso volver a sus épocas folclóricas. Aguantó el ‘trote’ de bailar por horas, sin que el sueño la venciera, con toda la vitalidad con la que aún cuida las plantas de su patio y viaja con su hija a Tolú por carretera, porque según asegura doña Inés, el mar le devuelve la vitalidad que a veces puede llevarse el paso del tiempo.
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