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Y aciertan, porque tal parece que lo mejor de esta fiesta es la piñata.
Al cierre de la fase de presentación de propuestas solo dos empresas formalizaron su intención de participar en la licitación pública.
Y sin ánimo de menospreciar la capacidad de uno de ellos, se da por descontado que el ganador del proceso será León Gráficas, no solo por su trayectoria y experiencia que suman en la calificación final, sino porque los puntos invisibles también cuentan.
Para nadie es un secreto que este se convirtió en un proveedor consentido que se entiende bien con los administradores de la ciudad y el Departamento y durante la pandemia sí que se estrecharon esos lazos.
Cuestionar la inversión de recursos en el evento más importante de la cultura local es un tema espinoso porque casi siempre se ve y se interpreta como una afrenta contra los artistas, un sector que durante el resto del año está casi olvidado.
Otros se encuadran en el escenario de lo político y piensan que se trata de persecuciones sin fundamento de esos que no quieren la ciudad ni que las cosas salgan bien.
Pero en uno u otro escenario, hay asuntos que se tienen que decir por incómodos que parezcan.
El primero de ellos es que más allá de la oferta por cuatro mil 190 millones de pesos que sería lo que cueste el festival folclórico versión 2022, en el presupuesto general hay aspectos para considerar que deberían dolerle a quienes tanto dicen querer a Ibagué porque cada peso que se disponga para organizar “las mejores fiestas de la historia de la ciudad” lo vamos a terminar poniendo los ciudadanos.
Para comenzar hay que advertir que, en la contratación de tres artistas, uno de renombre internacional y dos nacionales se dispondrán en suma poco más de 456 millones de pesos, presentación prevista para la noche del 24 de junio con una duración promedio, de 45 minutos a una hora, cada uno.
En resumen 456 millones que se consumirán en tres horas hablando solo del valor neto de los artistas, pues como es natural una actividad de tal envergadura requiere otra serie de garantías logísticas, no menos onerosas.
Pero no solo los números grandes resultan de interés en la oferta global. Llama la atención que en todos los apartados donde se menciona el reconocimiento de estímulos económicos a artistas locales hay incongruencias, no se sabe si por un simple descuido o porque en realidad hay cifras infladas como lo han sugerido quienes han activado mecanismos jurídicos para frenar el trámite contractual.
Por ejemplo, en la descripción del incentivo a grupos musicales se lee como monto cuatro millones de pesos, pero la cotización unitaria en la casilla correspondiente, escala a cinco millones 440 mil pesos.
Lo mismo ocurre con los incentivos a colectivos culturales en el desfile de San Juan donde se relacionan premios de 10 millones de pesos al primer lugar, 6 millones al segundo y cuatro al tercero, es decir 20 millones de pesos, pero se presupuestan 27 millones 200 mil pesos que con impuestos ascienden a 32 millones 356 mil pesos.
Solo en impresos, especialidad del proponente más opcionado se estiman 80 millones de pesos.
Y en lo que respecta al equipo de producción, se enlistan 15 figuras por valor de 116 millones de pesos con honorarios/ mes que van desde los 15 hasta tres millones 500 mil pesos.
Solo el coordinador de prensa local de quien se exige en el pliego cuatro años certificados en el cubrimiento de actividades del área cultural o de entretenimiento le costará al festival siete millones 378 mil pesos.
Aspecto curioso, cuando en la ficha técnica del plan de medios se incluye la contratación de una agencia de comunicaciones y relaciones públicas con 10 años de experiencia a la que por un mes se le desembolsará 107 millones de pesos, sólo para atender medios nacionales.
Mientras tanto, la pauta publicitaria para 10 días en medios masivos es de apenas 37 millones de pesos.
Aunque aún la oficina de contratación del municipio no ha entregado los resultados de la evaluación a las propuestas presentadas, no parece haber una alternativa diferente a adjudicar.
Claro que es importante apostar por la reactivación de la economía, claro que estos eventos ayudan al vendedor informal, al artista, al taxista, al hotelero, lo que no puede esto es convertirse en la excusa detrás de la cual se pagan favores o se satisfacen intereses particulares, menos en una ciudad empobrecida, endeuda y con tan profundas necesidades económicas y sociales.
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