Vale la pena repensar el asunto, porque esto no siempre es cierto. La violencia, en múltiples casos, obedece a acciones colectivas que pueden ser coordinadas y coherentes. Tampoco es cierto que la violencia sea un tema rechazado por todo el mundo. En este país, en general, existe un comportamiento pendular, que nos lleva de un extremo a otro, sin mayores reflexiones o cuestionamientos sobre el tema de la violencia.
Como lo recuerda el investigador Freddy Cante, hay momentos en que se cree que la violencia resolverá todos nuestros problemas. Se ensalza la guerra, la mano dura, “los pantalones bien amarrados”, el ármese quien pueda, el “yo no me dejo de nadie” y el “que se meta conmigo, la lleva”.
En el sustrato de estas expresiones y conductas está la violencia y los resultados se manifiestan en aumento de homicidios, desaparecidos, torturas, justicias por mano propia, limpiezas sociales, bombardeos indiscriminados, falsos positivos, cárceles abarrotadas, secuestros, extorsiones, atentados, tomas de poblaciones, violaciones de los derechos humanos, etc.
Cuando los horrores escandalizan y la sangre corre a raudales, se escuchan los gritos de pare, de alto, y el péndulo nos conduce al otro extremo.
Entonces, se corre a construir la paz al precio que sea. No preocupa lo que haya que pagar, lo importante es que la paz llegue. Las laxitudes afloran.
La impunidad campea, aumentan las tolerancias con conductas inadmisibles, la justicia resulta arrinconada y las víctimas son relegadas a lugares secundarios, lo importante es negociar con los victimarios los ceses al fuego, las rebajas de penas, los indultos, las suspensiones de hostilidades y demás arandelas. El rugir de la violencia baja de volumen pero no se silencia…
En los dos extremos adonde nos lleva el péndulo, se tiene la violencia como trasfondo.
Se necesita construir colectivamente una opción política y social no destructiva, que permita ejercer presión para que las decisiones favorezcan a los más necesitados y beneficien a la comunidad y no a unos pocos, que posibilite practicar el poder político de manera incluyente, participativa, transparente y menos basado en las armas, la represión, la intimidación y el autoritarismo.
Un proceso que impulse la movilización social para transformar la sociedad sin acudir a la violencia sino al concurrir de voluntades, que permita conseguir una paz sin artificios, con justicia social, sin desterrar la verdad, con reparación a las víctimas y con dignidad humana. Este es el reto de la Noviolencia.
El gran desafío que afronta un gobernante demócrata es generar oportunidades políticas para la opción no violenta, para la construcción de ciudadanía, para la reconciliación, el desarrollo sostenible y la paz.
El alcalde de Ibagué, doctor Luis H. Rodríguez, ha propuesto en la estrategia Ibagué sana, educada y en paz de su Programa de Gobierno, una gran apuesta pedagógica por la educación en la Noviolencia, por la educación en el respeto y la inclusión social.
Seguramente en el Plan Decenal de educación: Aprender un acto de razón y corazón, que lanzará el próximo viernes 23 de marzo en el Teatro Tolima, desde las 8:00 de la mañana, este será un tema de reflexión y análisis para toda la ciudadanía ibaguereña.
Ante los ojos de mucha gente la violencia tiene que ver con acciones individuales que rompen una supuesta armonía preexistente y que evidencian situaciones caóticas y desordenadas.
Credito
AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA
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