El Tolima padece un mal que parece no tener pronta cura. Cada día tiene menor peso en el concierto nacional. Sus grandes nombres han partido. Otros, menos grandes, han sido eclipsados. Pero el resultado es igual. Un Tolima huérfano. Sin guías ni timoneles. Muy a la deriva.
Pese a sus detractores, Luis Humberto Gómez Gallo era de los grandes. Tuvo destacada carrera política. Concejal de Ibagué por varios periodos representando con honor y orgullo a su partido, el Conservador. Tuvo un corto paso por la burocracia departamental y se dedicó a recorrer la geografía tolimense con el senador Guillermo Ángulo, importante dirigente azul. Con audacia y valor supo separarse de su mentor e inició camino independiente en la política. Llegó al senado por tres periodos. Presidió la prestigiosa comisión primera y luego llegó a ocupar uno de los cargos más anhelados por la clase política: Presidente del Congreso.
Hombre trabajador, inteligente y conocedor en detalle de la política empezó a brillar como la figura más promisoria de este Tolima que veía con tristeza como se apagaban faros de otras épocas. Con esfuerzo, su nombre fue ganando estatura y más de uno lo avizoró como futuro candidato presidencial.
Por decisiones de la justicia, que algunos señalaron de politizadas, vio trancada su carrera. Una vez retornó a la capital musical tuve oportunidad de saludarlo frente a la Catedral. La sonrisa de siempre le marcaba el rostro y su mirada demostraba serenidad. Al abrazarnos comprobé la firmeza de un hombre que se siente en paz consigo mismo y con su gente. Una gran energía brotaba desde su alma. Se sabía inocente y quería trabajar sin descanso para que hasta el último de los tolimenses quedara convencido que era un hombre de bien y no un delincuente como quisieron hacerlo ver.
Hace menos de un mes lo encontré en los grados del Colegio Champagnat. Nuevamente me brindó toda su cordialidad. Me contó la manera como estaba reconstruyendo su vida, rota por las decisiones de la justicia. Su vocación de servicio estaba intacta y ya recorría los rincones de este Tolima que tanto afecto y cariño le ofrendó. La política reverberaba en sus venas y su liderazgo natural era reconocido de nuevo por muchos. Me explicó sobre sus negocios y la urgencia de recuperarse económicamente para asegurar el futuro de sus nuevos hijos y de su linda esposa embarazada. Su expresión irradiaba seguridad, convencimiento y trasparencia.
Me golpeó duro enterarme de su muerte. El Tolima ha perdido otro de sus ya escasos grandes hombres. La orfandad política es grande y son pocos los que se vislumbran con el temple, la formación, el arraigo y las agallas de Luis Humberto. El conservatismo pierde un líder indiscutido. La clase política uno de sus mejores cuadros. Cielo, su madre, un hijo entrañable. Su familia un padre, un esposo, un hermano amoroso. La sociedad un ser humano que marcó senderos, construyó caminos y ofreció servicios incuestionables. Sus amigos pierden un ser digno en el mejor sentido de la palabra.
Adiós Luis Humberto.
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