Odio, política y sociedad

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Las campañas para elegir congresistas están en pleno desempeño. Lo llamativo, más allá de los jingles insulsos y las propuestas insípidas, es el odio que reflejan algunas. Unas consideran que atacando el establecimiento con todo tipo de argumentos, la mayoría falaces e inventados, lograrán el favor electoral de los ciudadanos. Otras, destilan su resentimiento contra los demás candidatos.

El odio es un sentimiento primitivo, incomprendido y bestial. Es un sentimiento dominante que obnubila y no deja espacio para la reflexión fuera de él. El odio no ofrece confusiones. Se odia y ya está. Su objetivo es claro, es perseverante y la meta es fija: dañar al que se odia. Por eso es primitivo y bestial. Es totalmente destructivo, carcome conciencias, envenena almas, no entiende razones y solo aspira a actuar, superando todo obstáculo.

El odio es un sentimiento traidor y repudiable. Toma el control de las personas y les hace perder el dominio sobre sus acciones. A nombre del odio se han desarrollado guerras, masacres, violaciones, venganzas y todo tipo de vergüenzas humanas. El odio sabe a sangre y hiede a muerte. Las sociedades a través del tiempo han tratado de reprimirlo, de controlarlo, de apaciguar su fuego…

Como la sociedad en general no lo ve con buenos ojos, los que odian lo disimulan y tratan de aparentar otra cosa. Lo camuflan bajo banderas de patrioterismos, de defensas a la comunidad, de la fe, de la familia, de la justicia social, la dignidad humana o la tradición. Y se escuchan, entonces, candidatos que dicen defender la paz, pero desapareciendo los contradictores. La paz de los cementerios. También están los que enarbolan estandartes de la defensa de la democracia y la civilidad, para aprovechar para su beneficio, los espacios de los que ellos odian.

La mentira y la soberbia son caretas del odio. Las almas cargadas de rencor, no pueden pensar, solo quieren actuar. Y candidatos con esas almas no deben estar en los puestos de dirección. Los grandes líderes de la humanidad como Jesucristo, Mahoma, Buda, Confucio, Dalai Lama o Gandhi han construido su doctrina sobre la base del amor y la humildad.

Nunca del odio o la soberbia. Pregonan amor y respeto al prójimo. Exaltan la vida y no la muerte. Pero ahora quienes pretender liderar nuestro país y nuestra región pregonan rencor, enfrentamiento, odios y muerte.

Vale la pena que los ciudadanos que aman la convivencia, que quieren vivir en paz, que quieren ver a sus hijos y nietos crecer y disfrutar la vida, estén atentos frente a estos discursos y arengas cargadas de mentiras y engaños que incitan al irrespeto, al odio, a la guerra, a la muerte. Ante tanta sangre y lágrimas derramadas, ante tanto dolor causado solo merece construir puente de entendimiento, de reconciliación, de amor, de olvido y solidaridad.

Los discursos del odio son siempre negativos. Proponen destruir, pero no edificar. Para votar busque propuestas positivas, realizables, serias y de contenido. Es posible que le sea difícil encontrarlas. Pero existen. Y cuando encuentre las que llevan odio piense un instante en usted, en su familia, su ciudad y su país antes de aceptarlas.

Credito
EL NUEVO DÍA

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