Cosechando sexo

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En días pasados escuché a varias personas quejándose de la importancia que la sociedad actual le da al sexo. Añoraban épocas pasadas donde existían y se respetaban los valores. Y suponen esas épocas como célibes y recatadas. Quizá no comparta esos puntos de vista, lo cierto es que el sexo está metido por todas partes.

No pasa un día en que no publiquen los medios de comunicación la noticia de una mujer violada, abusada o manoseada, de acosos y chantajes sexuales contra funcionarias o funcionarios, de abuso sexual de niños por parte de familiares, vecinos, sacerdotes, pastores o maestros. Hasta las universidades denuncian casos de violaciones en sus campus. La guerra abunda en estos temas. No se salva la guerrilla, ni los paramilitares, las bacrim, la delincuencia común organizada, ni la misma Fuerza Pública. El sexo es el centro de las denuncias.

En las frecuentes crisis de pareja ocurre lo mismo. La infidelidad de hombres y mujeres, la impericia en la cama, las acusaciones de frigidez, eyaculación precoz y otros temas son frecuentes en los consultorios donde se tratan problemas de pareja. La música abunda en el tema sexual desde la mención sutil en algunas canciones, a las ramplonas descripciones en el reggaetón, cierto estilo de salsa o de música de carrilera. En el cine, Internet y las redes sociales es cada vez más presente. Igual ocurre con el homosexualismo y las aberraciones.

La pornografía, o cine de entretenimiento adulto, se ha convertido en una prometedora y rentable industria para el país. Es en la publicidad donde está la meca de la utilización del cuerpo como insinuación sexual. Para vender gaseosas, ropa, crema dental, vehículos, relojes, viajes, casas, perfumes, cigarrillos, etc., se utilizan mujeres y/u hombres semidesnudos como promoción comercial. El cuerpo se transforma en un objeto deseado y deseable. El modelaje se convierte en una jugosa y anhelada profesión en la que no hay que estudiar, aprender ni pensar, solo mostrar...

La salud se promociona con cuerpos esbeltos de hombres y mujeres. De la mano de estos, van dietas, aparatos para adelgazar o hacer ejercicio, drogas y malteadas mágicas y hasta cirugías estéticas que hacen más apetecibles a las personas. Eso sí, todo cuidadosamente embalado en el empaque de la autoestima…

La educación sexual que se imparte en las instituciones educativas no sirve para contrarrestar esta avalancha de invitaciones al sexo. Es un trabajo no siempre en manos de gente experta, con una frecuencia horaria que no se compadece con la intensidad y calidad con las que se ofrece el sexo de manera permanente y penetrante.

Si la educación sexual no se fortalece, si no desaparece el espíritu mojigato con el que se asume la educación sexual, la sociedad seguirá produciendo sicópatas sexuales, violadores, abusadores y pirotecnias sexuales atiborrando las cárceles y juzgados de victimarios. Además multiplicando las víctimas, la rabia y el desconcierto social. La mayoría de los padres y maestros no están preparados para hablar de sexo con sus hijos o alumnos y ellos aprenden con sus compañeros, amigos o pares. El tema es educativo, pero de educación de calidad.

Credito
AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA

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