Una irrebatible alarma

Miguel Ángel Barreto

El dato publicado esta semana por el Servicio de Cambio Climático Europeo, Copernicus, además de preocupante e incuestionable, señala que los años 2016 y 2019 estuvieron entre los más calurosos de los que se tienen registros históricos y que efectivamente la temperatura se elevó 1,1°C por encima de la denominada era preindustrial (1850-1900). El año que terminó cierra la peor década de la denominada crisis climática.

La información revelada no es menor, pues en el último quinquenio (2015-2019) hubo tres grandes desastres naturales que abarcaron la atención mundial, relacionados con las altas temperaturas. En Pedrógão Grande, Portugal, en junio de 2017, hubo una conflagración que dejó 64 personas muertas y 250 heridos, en una tragedia humana que aún es objeto de investigación científica por la forma y la velocidad en que se propagó el fuego, dejando pequeñas poblaciones, vehículos, vías y cientos de miles de hectáreas destruidas.

Todavía en la memoria reciente se encuentra lo ocurrido en la Amazonía de Brasil, y las críticas al presidente Jair Bolsonaro, en donde se vieron afectadas por las llamas 2,5 millones de hectáreas y se registraron más de 30 mil focos, muchos causados por la irresponsabilidad humana, hechos ocurridos entre agosto y septiembre de 2019, caracterizados por las altas temperaturas y fuertes vientos, y que tuvieron réplicas en áreas selváticas de Bolivia y Paraguay.

Sin embargo, la crisis de calor en Australia con temperaturas que desde septiembre a la fecha alcanzaron un pico de 41°C causaron un desastre ambiental de proporciones abismales y que prevén que en la nueva década los seres humanos tendremos que lidiar con este tipo de fenómenos de manera más frecuente. Las cifras que llegan de ese país son difíciles de digerir.

Los medios y las organizaciones ambientales hablan de 25 personas fallecidas, la muerte de 480 millones de animales, más de 1.500 viviendas destruidas y unas seis millones de hectáreas consumidas. Efectivamente, a medida que el Gobierno australiano pueda sortear el desastre las cifras se depurarán, pero lo conocido hasta el momento es sencillamente desastroso. Las malas noticias para el planeta es que los incendios emiten a la atmósfera mucho más dióxido de carbono, agotando más rápidamente la ya desgastada capacidad para absorber estos gases de efecto invernadero.

En lo que nos corresponde, lo que demuestra este tipo de fenómenos climáticos es que los ciclos de verano y lluvias serán más intensos para la región andina en los próximos 20 años y obviamente para Colombia. ¿Estamos preparados para atender un desastre apenas medio parecido en un futuro no muy lejano? La respuesta es No.

Cada vez que se presenta un evento y no precisamente de las características de Australia, en nuestro país es el Ejército, la Fuerza Aérea o la Policía los que finalmente tienen que intervenir, y afortunadamente tenemos una fuerza pública muy eficiente, porque se adolece de un sistema efectivo para atención de emergencias.

Por ejemplo, hay municipios en donde los cuerpos de bomberos son inexistentes y cuando los hay tienen vehículos obsoletos, con documentación vencida o no hay recursos para los combustibles, ni equipos de comunicación idóneos, y el personal de la Defensa Civil apenas tiene herramientas para realizar rescates en apartadas regiones de nuestra geografía.

Como si fuera poco, las recién creadas secretarías de medio ambiente y/o dependencias de atención de desastres no tienen presupuestos para resolver estas carencias ni planes articulados para actuar sobre escenarios adversos y las acciones se quedan en la atención de sorpresivas emergencias, en simulacros improvisados y en alertas tempranas. Por cierto, ya se anunció que los municipios ubicados en zonas por debajo de los 850 metros sobre el nivel del mar, podrían alcanzar en este verano temperaturas superiores a los 35°C. A este ritmo el deshielo de los nevados se acelerará y con ello la escasez del agua.

Colombia requiere hoy con urgencia una política ambiental contundente y el fortalecimiento de todos sus organismos de atención de desastres, porque, es evidente, la emergencia climática nos cogió con los pantalones abajo e inmersos en medio de polarizaciones ideológicas y distraídos en las vanidades cotidianas derivadas del exagerado consumismo.

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