Pobres pero felices

Benhur Sánchez Suárez

Somos el país de la magia. El gobierno da órdenes sin saber si se cumplen, si la ciudadanía puede, si hay respeto por las normas establecidas. Es porque no tiene capacidad alguna para comprobarlo.
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Con sus disposiciones se da la idea de un Estado consecuente, vertical en sus decisiones, pero todo es ilusión, como construir “puentes donde no hay ríos” y otras vergüenzas de recurrencia nacional.

Esto a raíz de la emergencia mundial, de la pandemia, en que cada país responde al reto de mantener su territorio libre de cualquier contagio conforme a sus posibilidades.

En general, entre tantas medidas, beneficiosas por su puesto, e indispensables, está la de lavarse las manos con la frecuencia necesaria. Pero resulta que 177 municipios del país no tienen acueducto y varias ciudades capitales tienten vastas áreas con el servicio de agua suspendido por deficiencias del acueducto, por falta de presupuesto, o por incapacidad física de responder a la emergencia.

En lo social, le piden a un país empobrecido como el nuestro, con índices de pobreza y de miseria dramáticos, que se lave las manos no sé cuántas veces sin incrementar su factura y la tragedia se hace inmanejable. Y le dicen que se lave con jabón, líquido preferentemente, y se seque con toallas de papel, porque las de tela pueden propiciar el contagio, elementos que no pueden comprar no solo por falta de dinero sino por el acaparamiento de los ricos que compran como locos geles, tapabocas y papel higiénico, tan alegres y felices, tan superiores, dejando sin abastecimiento al resto de la población.

Sin importarles un pepino la solidaridad y la convivencia.

En lo educativo, ordenan a los profesores impartir clases virtuales cuando muchísimos de los estudiantes y centros educativos ni siquiera tienen un equipo en casa y carecen de conexión a la Internet. Al menos no todos. El sistema educativo no está preparado para tamaño reto.

En lo laboral le sugieren a los trabajadores que realicen teletrabajo para que no acudan a la empresa, pero resulta que, como en el caso de las clases virtuales, cientos de ellos no podrán hacerlo por falta de conocimiento y de ayudas tecnológicas.

En el aspecto de la salud obligan a los empleados a utilizar herramientas técnicas para detectar quién está infectado, venga de donde venga, y son escasos los establecimientos que cuentan con ellas para cumplir con su misión. Toca adivinar si tiene gripe, dengue o covid-19.

Es más, con la irresponsabilidad civil de que hacemos gala, ordenan confinamiento y se ven las calles con personas sonrientes, valientes en su postura, o en busca del rebusque.

Qué importa, somos pobres pero felices.

¿Pobres? No. Empobrecidos por una dirigencia, saqueadora de la riqueza nacional, hipócrita, inhumana, mezquina y mentirosa.

BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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