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Yo mismo, encerrado y reflexivo, creo que la vida debe ser distinta, que hay que hacer algo para que el rumbo del mundo y el futuro de nuestros descendientes sea mejor. No concibo que por la ignorancia y la arrogancia de nuestra comunidad, se frustre la develación de nuestras falencias y se pierda la oportunidad de darle a la vida otro sentido, más humano, más creativo y menos cruel.
El silencio sobrecogedor que produce la inactividad humana y se palpa en los que están solos en sus refugios; la tristeza que se advierte en los pronunciamientos virtuales en las redes por la falta del contacto físico; la incapacidad de asumirse como personas pensantes y no sólo como miembros gregarios de la comunidad; el asombro de muchos que descubren un núcleo familiar del que estaban ausentes; los conflictos generados por la convivencia porque ya no está el recurso de la calle para huir sin darle solución a nada; el aumento inusitado de la violencia intrafamiliar; los feminicidios, son situaciones que han hecho a muchos repensar la forma de interactuar entre nosotros y la búsqueda de mejores maneras para la convivencia.
Los cambios en nuestra rutinas laborales y sociales, la aparición como obligatorio del teletrabajo, la tele educación, la telemedicina y, por supuesto, los ciberdelincuentes, proponen explorar nuevas maneras de organizar el mundo.
Continúan haciéndose realidad los planteamientos de la ciencia ficción, esa que se catalogaba como un subgénero literario, que se hacen ahora presentes en nuestra cotidianidad. En ellos está el germen de la nueva sociedad.
Habrá que reglamentar muy bien estas prácticas, convertirlas en metodología, y poco a poco ir imponiéndolas en el sistema educativo y en las normas de comportamiento en la sociedad. El primer impacto debe ser en la educación. Por fortuna la cuarentena ha permitido ensayar y lograr relativo éxito en muchos establecimientos educativos del país. Hay que profundizar esta práctica y este conocimiento.
El otro impacto que se espera es en la salud. Nada más precario que el sistema hospitalario, puesto en jaque por las EPS surgidas en mal momento en la mente calenturienta de unos gobernantes sedientos de riqueza, llenas de odio a la humanidad. Sustituirlas por un centro nacional unificado que no solo regule las consultas, las hospitalizaciones y sus procedimientos diversos sino también los medicamentos…
En fin. Mis reflexiones se parecen a sueños imposibles sobre todo cuando somos manejados por un gobierno para el cual es más importante mantener sus boyantes negocios personales que propender por el bienestar y el progreso de su gobernados. ¿Otra oportunidad perdida?
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