Una anécdota en París

Benhur Sánchez Suárez

Refiere Gabriel Calderón Molina, en una de sus recientes columnas, una anécdota de cuando era estudiante en París. Trata de un fantasma.
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Su recuerdo, muy bien escrito y cautivante, describe cómo, poco antes de regresar a Colombia en 1968, decidió visitar un lugar emblemático del París de entonces, Les Halles, mercado popular, en la actualidad convertido en Jardín de Les Halles, cercano al centro Pompidou y al Museo del Louvre.

En su recorrido por ese fantástico lugar se tropezó por una de sus callejuelas con un “clochard”, que se autodenominó cuidandero del mercado desde hacía 150 años. Un fantasma. Para los detalles invito a leer la columna de Gabriel.

Esta maravillosa anécdota me trajo a la memoria un incidente mío, también en París, cuando en 1984 viajé invitado por el Ministerio de Cultura de Francia para participar, en representación de Educar Editores, con otros colombianos, en un curso sobre distribución del libro. El avión en que viajábamos hizo escala técnica en Puerto Rico y a los pasajeros nos hicieron bajar mientras se realizaba la revisión y aprovisionamiento de combustible para cruzar el Atlántico.

Fue en ese momento cuando vi a Rodrigo Lara Bonilla, sólo y, al aproximarme emocionado a saludarlo, me dijo en voz baja: no me llame ministro porque viajo de incógnito. Me sentí cohibido. Fue la última vez que lo vi. Al bajar del avión una limosina del Ministerio de Justicia de Francia lo recibió y él se fue a cumplir su destino.

Nosotros también tuvimos nuestra limusina, del Ministerio de Cultura. En esos momento conocí a mi compañera de viaje, Cristina de La Torre, que viajaba en representación de la Oveja Negra.

Tres días después recibimos una invitación de la Embajada de Colombia para participar en una cena de gala como homenaje al Ministro de Justicia. Gran dilema para mí, que no llevaba ropa apropiada para una etiqueta semejante. Sin embargo, al día siguiente nos llamaron para cancelar la invitación, porque el Ministro había tenido que regresar de urgencia a Colombia por su lucha contra el narcotráfico: el allanamiento de Tranquilandia.

Pues sí, hablo del huilense ilustre, Rodrigo Lara Bonilla, con quien nos conocíamos desde que viví en Neiva y ocupé un apartamento en el edificio de su familia.

Ocho días después de mi regreso de París conocí la sorpresiva noticia de la muerte de Rodrigo, asesinado por sicarios en plena calle 127 de Bogotá, cuando regresaba a su casa en El Recreo de los Frailes. Un adalid de la lucha contra la delincuencia en Colombia había sido segado por la mafia.

Sirva esta mínima anécdota para rendir un homenaje a la memoria de este ilustre huilense, cuando el 30 de abril se conmemoraron 35 años de su vil asesinato.

BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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