Una tormenta en un vaso de agua es la que se ha desatado frente a la propuesta de incluir en la ley del Plan de Desarrollo (PND) dos artículos que establecen aranceles a la importación de confecciones y prendas de vestir. Los gremios de importadores (Fenalco y la Andi) se han rasgado las vestiduras (que deben ser importadas) rechazando los aranceles, mientras que los confeccionistas los defienden a capa y espada. Es un debate trasnochado, más político que económico, y que además solo incluye una parte del problema del sector textil.
La propuesta del PND es doble: un arancel compensatorio del 37,9% solo para las prendas que se declaren a un valor inferior a 20 dólares por kilo y, para las que estén por encima de ese umbral, un arancel mixto de 10% más 3 dólares por kilo. Se trata de evitar el lavado de dinero que se hace con la subfacturación de importaciones.
El debate es trasnochado porque ya con el decreto 456 de 2014 se había establecido un arancel mixto de 10% más 5 dólares por kilo para prendas con valor superior a 10 dólares. Este fue rechazado por la OMC porque podía superar el tope máximo de arancel de 40% permitido por ese organismo para las confecciones. La propuesta actual de 3 dólares por kilo y un umbral de 20 dólares nunca sobrepasará el 25%, es decir que no tendrá problemas con la OMC.
En cuanto al arancel compensatorio también existe desde el 2016 y el decreto 1786 de 2017 le dio vigencia hasta finales del presente año, con dos diferencias: una tarifa más alta (40%) y un umbral también más alto (prendas facturadas por debajo de 20 dólares el kilo).
Por tratarse de aranceles ya existentes, pierde validez el argumento económico de los importadores de que la medida va a presionar la inflación, perjudicar a los consumidores y aumentar el contrabando. No lo ha hecho en los años pasados. No hay razón para que lo haga ahora y el contrabando no se combate bajando aranceles sino fortaleciendo los controles.
Además si fuera cierto que pueden subir un poco los precios, esa no es razón para perjudicar a los productores nacionales y favorecer a los de otros países. Es el mismo error que cometió el Banco de la República cuando quiso usar la tasa de cambio como ancla anti inflacionaria: la revaluación frenó la inflación pero casi acaba con la industria y la agricultura nacionales.
El debate es incompleto porque no incluye otros eslabones de la cadena textil: los productores de hilos y de telas que también enfrentan la competencia desleal. El efecto es perverso porque se incentiva a los confeccionistas nacionales a comprar telas importadas a precios artificialmente bajos por el dumping subsidiado por otros países.
macabrera99@hotmail.com
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