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En días pasados se comenzaron a promover, en redes sociales, diferentes hashtags para el gusto y el disgusto de muchos, era por bandos –como pandillas-, que ojalá fueran al mejor estilo de la batalla de “five points” de las Pandillas de Nueva York de Herbert Asbury o para los que también disfrutamos el cine, de aquella película dirigida por Martín Scorsese, Pandillas de Nueva York.
Restándole el gusto por la narrativa de aquella historia del año 1846, aproximadamente, se comenzó a promocionar, en Colombia, un hashtag, que, por un bando, decía #DespideUnMamerto y, por el otro bando, un hashtag que señalaba #NoCompreAEmpresariosUribistas, hágame el favor la ramplonería y simplicidad del debate, sin entender que una sociedad no puede avanzar en términos de oportunidad, desarrollo y crecimiento si decidimos, deliberadamente, comportarnos de una u otra forma o si decidimos aniquilar la diferencia de acuerdo al sector político al que pertenezcamos.
Es a través de la inclusión sin exclusión y del discernimiento al entendimiento de las ideas que podemos avanzar como sociedad, pues, con ellas es que vamos superar nuestras propias carencias, pero esas ideas hay que exponerlas, defenderlas, explicarlas y sobre todo, convencer con argumentos cuál es el mejor camino para alcanzar un objetivo común. Sin embargo, aun cuando esto parezca utópico en estos tiempo de efervescencia, lo que no puede pasar es que nos dejemos distraer de lo fundamental y, aquí sí deberíamos, por el solo hecho de saber y entender lo que es la justicia social, la equidad y el crecimiento, tener más coincidencias que diferencias.
No podemos dejarnos distraer y menos cuando, según cifras de La Gran Alianza por la Nutrición, en Colombia el 10,8% de los niños y niñas menores de 5 años sufren de desnutrición y el 54,2% de los hogares en Colombia presenta inseguridad alimentaria.
Tampoco nos distraigamos de la precariedad de nuestro sistema de salud y la falta de acceso, promoción y protección de este derecho, más cuando en tiempos de Covid-19 hemos desnudado el peligro que representa este sistema para el ciudadano colombiano, debiendo desde ya estar pensando en cuál es ese modelo que necesita y se merece cualquier persona que habite este país.
Y sólo por citar un último ejemplo, que nada nos distraiga de la crisis económica, pues si de crecimiento y desarrollo económico se trata, no olvidemos que la pandemia nos mostró la fragilidad del tejido empresarial y nos entregó la mejor enseñanza de todas, que, en términos de James Robinson y Daron Acemoglu, es que el “desarrollo económico sostenido exige y necesita la innovación y ésta no puede ser desligada de la destrucción creativa, que sustituye lo viejo por lo nuevo en el terreno económico y también desestabiliza las relaciones de poder en el campo político”. Este último es un mensaje claro, por lo que debemos entender entonces que, con ese tipo de guerra de pandillas, en el fondo lo que buscan es que no se perturbe su equilibrio político y económico, porque hay que aprovechar aquellas circunstancias que vienen acompañadas de una profunda crisis institucional para que se pueda impulsar el cambio social.
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