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El que administre debe tener condiciones técnicas para ello, prepararse para el servicio público y realizarlo como actividad profesional, con dedicación exclusiva, a investigar y proponer fórmulas de administración, optimizar el funcionamiento Estado y maximizar los recursos para la satisfacción del interés general y el bien común, pues la particularidad de las acciones generan inequidad, violencia y pobreza, sin embargo esto –la profesionalización de la política- podrá ser un tema para analizar más adelante.
Tengamos en cuenta que la autonomía y la libertad de los pueblos, que conduzcan al crecimiento, desarrollo y riqueza social, sólo es posible a través del equilibrio de poderes entre el Estado y la sociedad misma, a la par, uno al lado del otro, lo que Lewis Carroll describió como el efecto de la Reina Roja en su novela “Alicia a través del espejo”, porque hay que seguir corriendo para mantener la posición, pues en este caso, a diferencia de la novela, la sociedad no puede dejar que el Estado coja ventaja –aunque creo que ya lo hizo-, porque corremos el riesgo de vivir tiempos de una concentración absoluta que limita y restringe las libertades, tanto individuales como colectivas. Necesitamos que la sociedad se siga levantando, de forma pacífica, pero decidida, para mantener a raya al Leviatán.
La minga indígena, así como las protestas y manifestaciones sociales por el asesinato de los líderes sociales, por los asesinatos a manos de la fuerza pública, por los anuncios de reformas laborales o pensionales, por la reforma tributaria, solo por citar algunos ejemplos, son los síntomas de la efervescencia que se vive en las calles, a la cual, en vez de bajar la temperatura y ponerse en sintonía con el ciudadano, se suele escuchar –como una forma de rechazo al debate- que todas las manifestaciones están cargadas de ideología y tienen un contenido político, ¡pues claro que es así!, porque a la final, todos los sectores, sin distinguir la ideología, están en la lucha por el poder para establecer un modelo político económico y social, lo cual requiere y necesita la política. Que profunda desconexión existe entre los gobiernos y los ciudadanos –esto aplica a todos los niveles-, pero si realmente queremos transformar nuestro país, -y no estoy hablando de decidir entre una ideología u otra, estoy hablando de elegir entre quienes ofrecen la mejor versión de nosotros mismos como reflejo de la sociedad-, hay que pasar de la trinchera de las redes sociales a la realidad y, de ahí, a las urnas en señal de compromiso con las próximas generaciones. Aprendamos a valorar el hecho que la suma de muchas voluntades serán las capaces de afectar el resultado.
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