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Existe un intercambio y una colaboración, que, hoy día, está sucediendo en formas y en una escala nunca antes posible, como la creación de una cultura y de una economía basada en la premisa de lo que es mío es tuyo, esto nos adentra en una nueva realidad y nos impone, de a poco, un nuevo modelo de sociedad. Esto implica necesariamente romper el molde en la política, pues, los políticos de hoy son, antes que nada, agentes económicos –dentro de un “mercado”-, debiendo ser aunque sea benevolentes, ó por lo menos así los define la teoría de la elección pública –que estudia la ciencia política con metodología de teoría económica-, toda vez que las acciones que estos toman, las más de la veces, suelen estar dirigidas a asegurar su supervivencia en el sistema y garantizar la posibilidad de seguir trabajando y actuando en dicho “mercado”. Por esta razón es que toman decisiones que tengan bajos costos políticos para ellos o que reduzcan los riesgos, lo que limita el crecimiento y el desarrollo económico y social de los territorios. Las nuevas realidades nos indican que esto puede estar cambiando, la sociedad con bajo acceso a la información de hace treinta años se ha comenzado a transformar y, esto se debe, tal vez, al cambio generacional. Son aquellos que nacieron en los primeros años de la década de los ochentas quienes han venido estructurando el descontento con la clase política tradicional. Por eso decimos que se avecina el momento de los proyectos que nacen en las ciudadanías libres que se basan en la información y la capacidad de decidir conforme a la reputación. Es decir, quienes ofrezcan el cambio, sean políticos tradicionales o nuevas fuerzas ciudadanas, sabrán que si no hacen esfuerzos para que su reputación mejore, se verán en la situación de perder electores. En esto se basa la fuerza que tienen los sistemas reputacionales para modelar y dirigir las conductas económicas, sociales y políticas de los ciudadanos. Por último, dicen que la política es dinámica, una afirmación que es usada para justificar la (in)debida toma de decisiones, sin embargo la realidad nos comienza a mostrar que el verdadero dinamismo va a iniciar con la forma como se tomen las decisiones por parte de quien se deba tomar y la forma como la ciudadanía ve la toma de esas decisiones –es un juego de reputaciones-. La filósofa Adela Cortina dice que, “[e]l reconocimiento de buena o mala reputación en el caso de las personas, las empresas, las organizaciones, las instituciones o los políticos, es un instrumento muy poderoso que la sociedad puede utilizar, y de hecho utiliza, para incentivar un tipo de actuaciones y debilitar otras, para reforzar conductas prosociales, o justamente las contrarias.”
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