Pijao

Camilo González Pacheco

El concepto de “pijao”, a partir de estudiosos del tema, -entre ellos el historiador José Evelio Páez Bonilla y Helio Fabio González– tiene fundamentalmente dos principales acepciones. Por una parte, sostiene José Evelio -a partir de investigaciones realizadas por Leovigildo Bernal y José Arciniegas Herrán– que el nombre de “Pijaos” fue puesto en son de burla por los españoles al ver que andaban semidesnudos, y que proviene de “Pinaos”, que en lengua indígena significa orgullosos, altos, valerosos.
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Helio Fabio, por su parte, -en su obra “Un Viaje por el Tolima” publicada en 1990- sostiene que los españoles los llamaron “pijaos”, debido al extraordinario desarrollo del miembro viril: “hombres de la gran pija”.   

Ahora bien, volvamos al valioso estudio de José Evelio Páez, y resaltemos textualmente, algunos aspectos especiales de los pijaos:  

Adoraban como su supremo Dios al Sol. 

A sus sacerdotes los llamaban Mohanes, los cuales eran sus médicos y curaban a base de yerbas. También   agoraban, es decir, adivinaban la suerte y el futuro.  

A los parientes que morían de muerte natural o ahogados los enterraban con ofrendas de chicha y comida para el viaje de ultratumba. 

Creían que después de muertos reencarnaban en venados y que entonces pasaban una vida fácil y placentera, comiendo hierba fresca. 

Eran polígamos: cada pijao tenía todas las mujeres que podía adquirir y sustentar. 

El castigo a las adulteras era terriblemente cruel: primero la encerraban en una choza para que allá fueran, a gozar de ella, todos los muchachos solteros que hubiera en la provincia, y después la ponían en una encrucijada de caminos, enterrada hasta la cintura y de allí arriba descubierta, para apedrearla hasta matarla. 

Las viudas no se volvían a casar en mucho tiempo. Las reputaban por desgraciadas. Decían que “la que acabó a un marido mataría a otros”. 

Pijao que no encontraba virgen a la mujer con la cual se había casado, la mataba “por el engaño que le había hecho”. 

Los nombres de niños y niñas, eran los de aves y otros animales, o de árboles,  yerbas,  frutas o de sucesos significativos. 

A las campañas guerreras, detrás de las tropas pijaos, iban las esposas de estos, con trastos de cocina, listas para hacerles las comidas. 

 En sus guerras no usaban arcos, ni flechas, ni venenos, sino sólo hondas y galgas o piedras, lanzas gigantescas de hasta tres metros de largo de madera o chontaduro, con puntas de hueso o de piedra. 

Renovamos nuestro reconocimiento, a esta obra de José Evelio, que explica en relación con los temas tratados, las raíces culturales que debemos conocer, y resaltar, para bien y honra de nuestro pasado histórico. 

 

CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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