En días recientes, una funcionaria de alto rango y encargada directamente de tomar decisiones relacionadas con la farmacodependencia en la ciudad, ante una solicitud de apoyo, me respondió lo siguiente: ¡para qué insiste en eso si esos muchachos siempre van a ser ladrones y drogadictos!
Estos “drogadictos”, como los llamó la señora, son el resultado de esta cultura, del modelo sociopolítico en el cual vivimos y al que muchos de nosotros hemos podido sobrevivir –o al menos eso creemos- y que ha condicionado su poder de decisión.
He trabajado con población en estado de vulnerabilidad y quiero permitirme esta ocasión para hablar acerca del término en aras de ofrecer una información de contexto y evaluar así lo sucedido. Un estado de vulnerabilidad hace referencia a la condición en la que una persona se encuentra propensa a una conducta o comportamiento problemático para su propia salud física o mental o para la de los demás.
Llegar a un estado de vulnerabilidad implica que las condiciones de riesgo previas no fueron atendidas a tiempo, es decir, si una persona tiene depresión y no es atendida a tiempo, esta situación representa entonces una condición de riesgo para que entre en un estado de vulnerabilidad en el que su depresión puede convertirse en la causa de un maltrato intrafamiliar, un consumo de sustancias psicoactivas o un acto suicida, por mencionar sólo algunas consecuencias.
¡Qué va a saber usted o qué voy a saber yo sobre las situaciones por las que atraviesa una persona que consume drogas y que carga un costal! ¡De aquel o aquella que se toma media de aguardiente o de ron en su casa, estando apenas con la compañía de los recuerdos y las nostalgias, completamente solo! Nadie sabe lo de nadie.
Sin la mínima pretensión de defenderlos y a favor de la discusión, no necesariamente este tipo de consumidores de drogas deben ser considerados antivalores sociales o elementos negativos puesto que inocentemente son víctimas de un sistema que no ha estado preparado para atender las condiciones de riesgo en las que se encontraban esas personas y que prontamente ingresaron –o lo harán- a un estado de vulnerabilidad, más delicado todavía.
De llegar la persona a la vulnerabilidad, todo se complicaría y la labor comenzaría a ser entonces quijotesca. Vale la pena recordar las imágenes que en una época se conocieron de aquel héroe colombiano que rescataba niños de las alcantarillas en la capital del país. No hay conocimiento que iguale esta labor porque sale de las entrañas, es vocación y es intención real de hacer “algo”.
Pero el punto es ser inteligentes y trabajar por disminuir las condiciones de riesgo para que no se llegue a esa vulnerabilidad. Es una lástima que autoridades como la que menciono, con tanto poder de decisión, no tengan ni una idea y al parecer tampoco quieran tenerla, frente a qué hacer, cómo y con quién. ¡Hay que ver la incredulidad y apatía de estos muchachos frente a las instituciones!
Por mi parte, le respondí que muchachos como éstos siempre serán ladrones y drogadictos en la mente de personas como ella, que tienen mucho de academia y de “sociedad”, pero poco de sensibilidad, vocación y pasión por estos procesos, que es de lo que más adolecen.
federic.cj@gmail.com
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