Un cambio inminente

Federico Cárdenas Jiménez

Es difícil imaginar un cambio en la política contra las drogas, sobre todo cuando está tan arraigado el pensamiento prohibicionista en sus varias décadas de implementación; cuando en las campañas de prevención, las drogas son consideradas antivalores sociales y se satanizan complejizando así el abordaje del consumo; cuando los capos han creado completos escenarios sociales - mercados- para legitimarlas en la población; cuando el sistema educativo no está pensado en términos de desarrollo humano para posibilitar una formación ética sobre el uso de la libertad, aspecto que en este caso es de marcada importancia; y cuando los medios de información y comunicación se quedan cortos en el proceso de formación de una opinión pública frente al tema.

Todo esto define una estructura creada sobre la cual se dan las dinámicas relacionadas con las drogas. La imagen perfecta sería la de una cebolla que se compone de muchas capas y que resulta casi imposible diferenciar una de la otra puesto que una es la causa y el resultado de las otras.

Pretender un cambio de un momento a otro es eso, toda una pretensión: esperar un cambio gradual equivaldría, como lo dijo Jefferson Fish hace varios años, a convencer a cada ciudadano o a cada legislador por separado, o a hacer una enmienda a una ley para debilitarla un poco, o a efectuar otro tipo de cambios menores que podrían, en un largo lapso, ir acumulándose hasta constituir una mejora cualitativa importante.

Sin embargo, si lo hecho hasta el momento, aunque demasiado, no ha producido los resultados esperados, parece inevitable un cambio radical de política, así “radical” parezca difícil de calzar en nuestras intenciones.

¿Qué hacer entonces? Lo que se debe (pero, ¿Qué es lo que se debe hacer?) o lo que se quiere (¿Qué será lo que se quiere hacer?). Para mañana es tarde pero es imposible que haya un cambio tan rápido, repentino y radical. ¿Qué cosa podría provocar ese cambio repentino y dramático? ¿Corresponderá a algún actor social como los medios de información y comunicación, la iglesia, el Estado, la educación, la familia, la sociedad civil, dar lugar, iniciar, protagonizar este cambio? De darse, ¿generaría una bola de nieve con un crecimiento gradual o uno inmediato que terminara en avalancha?

Fish utiliza los conceptos de continuo y discontinuo para contextualizar el fenómeno de las drogas en Colombia. Lo continuo representa una especie de avance gradual, escalonado, pausado, para lo cual utiliza el ejemplo de un grano de arena que se adhiere a otro y éste a otro hasta formar una montaña, es un proceso de estabilidad, lento, es posible que largo, que tiene un resultado final, pero que de lo largo que es el proceso, tal vez ni se espere ese resultado o tal vez las expectativas frente a ese resultado ya no sean las mismas y sea necesario otro resultado. Lo discontinuo, en cambio, también lleva a una estabilidad pero luego de un proceso rápido de evolución de las cosas que, en términos sociales, esta evolución rápida sería la imagen de una revolución.

Fish lo ejemplifica haciendo referencia a la teoría antropológica de los cachivaches, en la que las cosas pierden valor de forma gradual (una silla va dejando de ser útil para convertirse en un cachivache), pero de repente ese cachivache es transformado en toda una antigüedad, en un objeto digno de valoración estética y práctica. [¿Cuál pudo ser la motivación de este cambio repentino, en el caso de la silla? Una coyuntura social, una corriente estética, es decir, una influencia externa que condicionó su existencia.]

Respecto de las drogas, tantas décadas de estabilidad –pasividad- en la política frente a las drogas tienen que ver más con procesos homeostáticos (de autorregulación) por dentro del sistema que con un estado de invariabilidad de dicha política, es decir, el estado de “lo mismo” hace que de algún modo “lo nuevo” sea fagocitado por la uniformidad y pase así desapercibido, sea callado y absorbido por el sistema; que la compleja estructura sociopolítica que define la política antidrogas no permite que sobrevivan las variaciones que se dan en el sistema (así las haya) porque de inmediato, son regulados por procesos de homeostasis, son cubiertos, son tapados.

De darse un cambio en las políticas frente a las drogas en este país, sería éste ubicado en el ámbito de lo discontinuo, es decir, se daría de manera repentina y dramática, por lo que toda medida que se tome en ese momento de transición deberá someterse a una constante evaluación y depuración hasta que se ensamble al cambio o al nuevo orden. Continuo o discontinuo, el cambio es inminente y espero que el nuevo Presidente y su gabinete sean conscientes de ello.

federic.cj@gmail.com

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