PUBLICIDAD
Eso no es nuevo, ya otros tantos exmiembros de la fuerza pública han revelado sus culpas y explicado el modus operandi de la política de “seguridad democrática”. Todo ha sido confirmado por jefes paramilitares como Mancuso y otros.
La indignación y condena de estos hechos no puede ser menor, como tampoco pasar de agache el descaro y cinismo con el que quienes negaron la ocurrencia de los falsos positivos y propiciaron con esta política inhumana todo tipo de masacres, terror y destrucción, hoy se atrevan si quiera a cuestionar las reformas que buscan generar condiciones para que por fin haya paz en Colombia.
Es un insulto al pueblo colombiano que quienes fueron el gobierno de esa época oscura y sangrienta y por ende los responsables políticos del genocidio, hoy aparezcan en la escena pública denigrando de los diálogos con el ELN que buscan desactivar los hechos violentos de ese grupo ilegal, la política de sometimiento que trata de estimular la dejación de las armas por parte de las bandas criminales narcotraficantes y del cambio en el enfoque de la lucha contra las drogas que ya no busca criminalizar al campesino sino que se convierta en un mal negocio por cuenta de las continuas incautaciones de droga y la regularización.
Pero más vergonzoso es que los que representan esa barbarie sigan engañando a la opinión pública para tratar de evitar el avance de las reformas del presidente Petro. Con sus políticas oprobiosas propiciaron que mataran miles y miles de seres humanos y no satisfechos hoy quieren condenar a millones a que no puedan tener pensión, salud digna y derechos laborales para los trabajadores. Con discursos mentirosos y propaganda negra engañan al común para mostrarse como “salvadores” de las instituciones, cuando ellos mismos las mancharon de sangre con ordenes como las que se han ventilado en la JEP.
Comentarios