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Solo por llevarle la contraria al señor Presidente, hicieron agua la fiesta de sus mismos trabajadores y, en general, de sus ciudadanos.
Pareciera mentira que mientras más el Presidente Petro habla de unidad y de paz, los políticos tradicionales atizan el odio hacia el primer mandatario, alejando la posibilidad del anhelado acuerdo nacional que viene proponiendo el Gobierno para hacer posibles las reformas que el país necesita. El sesgo desaforado y la estrategia de generación de odio y confusión que se ha desplegado a través de los medios de comunicación masiva más vistos y escuchados del país, ha impedido que la ciudadanía comprenda el verdadero trasfondo del debate político que hoy se libra en Colombia.
Que “gambeteen” el día cívico vaya y venga, quedara en el recuerdo de su gente el egoísmo con el que actuaron, pero que esa clase política odiadora y mezquina se siga oponiendo a las reformas si es problema de todos.
Se ha discutido hasta la saciedad que buena parte de la tierra hoy es mayoritariamente improductiva porque esta acumulada en manos de quienes no la trabajan. Que si no reformamos el sistema de salud, las EPS y en consecuencia hospitales y clínicas seguirán quebrando sistemáticamente, y si no implementamos el modelo de atención preventiva las enfermedades y muertes prevenibles seguirán siendo pan de cada día. Que si no generamos desarrollo en la periferia y los territorios excluidos de Colombia, la violencia será imposible de neutralizar; como son importantes las vías 4G, lo es que las poblaciones pobres tengan agua potable, saneamiento básico, escuelas y hospitales, para que algún día dejen de serlo. Que la prioridad debe ser la modernización del transporte del país, y que este pasa por la recuperación y ampliación de la red férrea, que torpemente fue abandonada décadas atrás por intereses particulares de políticos de la época. Que el narcotráfico y las economías ilegales, principales motores de la violencia y el terror, no se combaten atacando ni capturando al campesino cultivador, al raspachín, ni al operario de la paladraga que invade el rio en búsqueda de oro, sino encontrando a esas altas esferas dueñas de los negocios ilícitos que poseen fortunas incalculables, al tiempo que se brinda oportunidades de vida para quienes por necesidad se dedican a ese tipo de actividades.
La discusión hoy en el país no es sobre el socialismo, ni sobre la reelección presidencial, menos sobre la intimidad de los altos funcionarios, como lo reducen permanentemente los medios noticiosos. Lo que está sobre la mesa es una visión de futuro que debe ser discutida razonablemente por quienes representan el poder público, y por toda la sociedad colombiana que al final es la titular del poder soberano.
¡Que viva Colombia!
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