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En su afán de reabrir espacios a su tentación de buscar su elección a la Presidencia de Colombia -sueño que se le ha alejado en los intentos realizados- decidió ser protagonista de la oposición y está en el papel de bloquear toda iniciativa de cambio. Su intención es la de no permitir reformas que le apuesten al funcionamiento de un Estado social de derecho, según lo consagra la Constitución.
Para cumplir su arrebato oposicionista Vargas Lleras ha hecho un llamado a quienes están en su misma línea a formar en el Congreso una coalición de derecha dogmática y sorda, desde la cual se preserve el statu quo y se confirme la condena a seguir padeciendo los males de la pobreza, de la violencia, de la corrupción, de la exclusión y de todas las formas de aniquilamiento que genera la sociedad de clases.
Vargas Lleras está formado para el mando atado a la subordinación. Como herencia del feudalismo y el esclavismo, donde no cabe la democracia.
No es Vargas Lleras el único caso. La nación está surtida de esa élite de heliotropos que reducen su gestión a un asistencialismo de limosnas haciendo creer que tal paliativo es el remedio a los desajustes colectivos. Y a eso se busca reducir el Congreso, convirtiéndolo en cómplice del atraso.
Y está bien que la oposición, como debe ser en toda democracia, sea contrapeso de quien gobierna. Pero no se pueden cerrar los espacios de debate, a fin de alcanzar decisiones que beneficien el interés público.
Como reconocimiento del interés colectivo el Congreso no está llamado a subordinarse a los que lideran la resistencia a los avances de cambio. Y en Colombia se requiere pagar la deuda de frustraciones acumulada. Se debe entrar en un nuevo rumbo erradicando brechas que han dejado un saldo de mezquindades, con víctimas, laberintos borrascosos e incertidumbres. Y no puede ser inamovible esa tronera como si se tratara de una herencia intocable.
La superación de los problemas que pesan sobre los colombianos merecen ser tratados con la prioridad requerida y no es posible que se considere error la decisión de hacerlo. ¿Está mal llevar salud a quienes no gozan de ese derecho o sanear las malas condiciones de vida que sufren tantos colombianos?
Hay que defender esos propósitos, pues lograrlo es garantizar paz y bienestar para una población que está esperando vivir con protección y no expuesta a los desatinos de la desigualdad.
En Colombia la democracia tiene que ser funcional y la política debe garantizarlo con la mayor certeza. Y Vargas Lleras debe entenderlo, porque la ceguera no le sirve ni a él mismo.
Puntada
Hacer públicas, ante amplias audiencias, las propuestas de los candidatos a los cargos de elección popular debe ser parte de sus agendas.
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