Por la tierra de los “dálmatas”

Continuemos nuestro viaje por Croacia recorriendo la Dalmacia, su región más importante desde la historia, el turismo, el arte y la cultura, poblada originariamente por la tribu ilíricia de los “dálmatas”, nombre que recuerda a los lectores el de una raza canina muy conocida.

Dalmacia tuvo particular importancia en la época del imperio romano, pues fue baluarte de contención de los bárbaros y porque debido a sus cristalinos y azules mares y sus hermosos paisajes, acogedoras bahías y seguros puertos, allí fijaron los nobles sus lugares de descanso y vacaciones construyendo palacios y ciudades que rivalizaban con aquellas de la ribera occidental del Adriático. Tal atracción se conservó por siglos bajo los sucesivos dominios de los venecianos, húngaros, austríacos e italianos.

Recorriendo hacia el sur contemplando hermosas costas de aguas azules, acantilados, atrayentes islas y pueblos, todos ellos verdaderas joyas de arte e historia, se llega a Zadar (Zara), la capital de la provincia a partir de la destrucción por los tártaros de la famosa ciudad de Salona a la cual nos referiremos en otro lugar. Situada en un prominencia apenas ligada por una estrecha franja al continente, debido a su posición estratégica, su hermosa bahía y su puerto natural, Zadar fue la rival del Venecia durante todo el Medioevo hasta comienzos del siglo XIII cuando, durante la 4 cruzada, fue totalmente saqueada y cuasi destruida por los venecianos, quienes apenas dejaron en pie sus iglesias, reliquias del arte románico y bizantino. Aún así conserva el recuerdo de su grandeza en los edificios eclesiales y las ruinas romanas, particularmente en su foro, el mayor después del de Roma.


Continuando hacia el sur se encuentran entre tantos fascinantes pueblos Sibenik y Trogir verdaderos museos al aire libre de arte e historia.


Recorrer las costas de Dalmacia y en general todas aquellas del Adriático croata es una experiencia sublime de inmersión en las bellezas de la naturaleza, de la arquitectura, de los vestigios de vida dejados por el hombre a través de la historia. Pero la rapidez del viaje y el ir encerrado en un bus, limitado a unos tiempos y paradas programadas la hicieron frustrante. Es preciso pues realizar dicho recorrido sin afanes, en carro propio, para poder sumergirse plácidamente en semejantes bellezas. Y sobre todo poder tomar un velero para transitar por esos mares, con un buen queso y una botella de Maraschino cual lo hiciera Alfred Hitchock y pernoctar en ese rosario de románticas islas, al decir de Bernard Shaw,” lágrimas y estrellas vertidas allí por los dioses al coronar su obra de creación del mundo. “

Credito
EL NUEVO DÍA

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