Santos me traicionó

Tengo que reconocerlo, no aguanto más la autocensura, después de casi dos años de no emitir ninguna opinión del gobierno, lo tengo que decir: este Santos me defraudó.

¿Por qué no se quedó en el discurso fácil de “los tres huevitos”? Eso me habría permitido estar inconforme y escéptico.

¿Para qué le agrega al manejo responsable de la economía y al fortalecimiento de la inversión privada, medidas de reestructuración social (como la ley de tierras), proyectos de  infraestructura y medidas de asistencia pública para la ruptura sostenible de la desigualdad? Si con un par de “enberracadas” histéricas con Chávez (de esas que les encantan a los colombianos que oyen rancheras, le pegan a la mujer y son hinchas del Medellín), dos capturas efectistas de guerrilleros, y un par de licencias ambientales mineras a empresas aportantes de buena voluntad,  habría obtenido hasta dos reelecciones.


Éramos tan felices cuando todo se hacía tan fácil, no bajábamos del 75 por ciento de popularidad. No, Santos no me defraudó, me traicionó.


La perorata vacía que apela al nacionalismo -al “patrioterismo”- un consejo comunal televisado semanal, concentración de poder, manoseo de la ley, caudillismo y mentiras, eso sí es populismo (de derecha o de izquierda, no tiene ideología); un aparente bienestar que es insostenible, como a la postre resultó.


Medidas asistenciales, en cambio, en un país tan desigual, por sí solas no son populismo sino gobierno responsable; ¿o es que con solo mejorar la economía vamos a salir del subdesarrollo?; ¿y la gente qué?


La Colombia de hoy es más real, luchando contra la inseguridad sin mentiras populistas –caído el engaño que intentamos creer en ocho años de que solo el fortalecimiento de la fuerza pública y la represión desvirtuarían la violencia-.


No cerramos los ojos: hay buenos resultados económicos, pero sigue habiendo gente muy pobre por la que hay que luchar; hay inversión extranjera, pero hay recursos naturales por proteger.


Y en esta era, estamos recuperando la institucionalidad, nos guste o no lo que digan los jueces; si los hay, habrá democracia y habrá quién nos proteja hasta de un traidor; Santos lo sabe y parece respetar el Estado de Derecho. Además la diplomacia colombiana resucitó para sepultar –ojalá para siempre- el estilo campechano mafioso.


¡Cachaco traidor! Ahora solo falta que no soborne a nadie para perpetuarse y que siga rodeándose de gente capaz.

Credito
SAMUEL CHALETA

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