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—Pero esa función no es muy clara en nuestra democracia —comenté.
«Claro que no. La gente no tiene claro ni siquiera qué es democracia, ni para qué sirve. Mucho menos va a tener claridad acerca de lo que debe y no debe hacer un congresista, y resulta votando por el que reparte más tamales y promete más puestos de trabajo y puentes donde no hay ríos. Es más —y créame lo que le digo—, hay una buena cantidad de congresistas que llegan a ocupar su curul sin la menor idea de lo que tienen que hacer; porque pagaron lo suficiente, enredaron lo suficiente o se metieron en la lista en un renglón bien ubicado. Y allá, en el Congreso, llegan a hacer nada (si acaso asisten), y no sirven, entonces, como decía mi mamá, ni para taco de escopeta».
—Pero algunos sí sirven como pesos y contrapesos.
«Claro que sí. Entonces retiro mi última afirmación, porque a veces sirven cuando se trata de apoyar a su bancada, y así el “honorable senador” se convierte en votante de leyes absurdas o infames, distractor de debates, enredador de mociones y ladrador de oficio en contra de la oposición».
—Sirven como soldados de su bancada…
«Exacto. Vea usted mi primera afirmación para responder a su pregunta. El congresista sirve, dependiendo de para qué lo quiera, y aquí ya le he puesto algunos ejemplos de su uso. Pero los congresistas en Colombia, en su mayoría, no sirven para algo distinto que tirarse este país, y eso es lo que han hecho a lo largo de nuestra historia republicana».
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