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Eso me permitió entender y comprender que los reconocimientos había que merecerlos, que las condecoraciones y homenajes se hacían por hechos positivos ciertos, demostrables realizados por una persona, el homenajeado. Es decir, dicho reconocimiento había que ganarlo. Entiendo que todo evoluciona, lo que no entiendo es lo contrario, es decir, que involucione dado que se estaría retrocediendo y los hechos que hoy tienen significado y valor, lo pierden.
Por ello, no es fácil entender que los reconocimientos y condecoraciones se den por motivos diferentes al mérito, como son el amiguismo, la politiquería, el pago de favores, es decir, “tú me ayudas yo te ayudo, los dos nos ayudamos”, más cuando el reconocimiento se realiza a través de una institución de reconocido prestigio. Eso no es entendible lamentablemente. Hacerlo es desvalorizar algo tan significativo para una sociedad como es la meritocracia, ya que en lugar de coadyuvar a la construcción de valores se contribuye a la generación de antivalores sociales. ¿Será que sigue siendo más rentable ser vivo que correcto? Que opinan ustedes. Al menos en lo deportivo se exalta al deportista que se prepara previamente para competir y el día de la competencia logra ser el mejor en virtud a su disciplina, esfuerzo y sacrificio. Ese debe ser el sentido, en todos los campos de la vida.
Lamento que una institución como la Cámara de Comercio de Ibagué desconozca las críticas de una ciudad que lamentablemente se hunde en el caos, una ciudad cuya ciudadanía ha tenido que llegar hasta la protesta como única manera de reclamar a quien gobierna acciones de mejora para la ciudad. No es posible que se desconozca estos hechos y se entregue a nombre de tan importante y respetable entidad un reconocimiento a quien lamentablemente es el responsable del caos que vive la ciudad.
Para la muestra un botón, el economista Nicolás Álvarez Bernal, en su columna publicada en El Cronista.co da a conocer que “según el índice de desempeño fiscal realizado por el Departamento Nacional de Planeación (DPN), el cual busca evaluar cuan aceptable ha sido el desempeño fiscal de los entes territoriales con el objetivo de tomar las acciones necesarias para perfeccionar la gestión financiera, Ibagué ocupo en 2021 el deshonroso último puesto en el ranking de desempeño fiscal dentro las 13 ciudades principales del país”. A renglón seguido afirma el economista Álvarez Bernal, que, “Ibagué obtuvo una puntuación de 48 puntos lo cual, según el DPN, indica que las finanzas se encuentran en una condición de RIESGO lo que significa que los próximos gobernantes de la ciudad tendrán la olla raspada y estarán limitados presupuestalmente para la ejecución de sus proyectos y políticas públicas”. Solo cabe un par de preguntas: ¿Se justificaba el reconocimiento realizado? ¿A dónde quedó la meritocracia?
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