Comandante de la Metib
La historia nos trae a la remembranza un triste panorama de discriminación en el mundo contemporáneo. En diferentes épocas las personas afrodescendientes, religiosas y/o de diversas culturas y, principalmente, el género femenino, sufrieron una estigmatización que lamentablemente aún prevalece en algunas regiones. Este factor se convirtió en un detonante de la violencia de género en el mundo, tópico que en Colombia afecta no solamente a la mujer, sino también a la población Lgtbi, con actos reprochables que demuestran una amplia falta de cultura y aceptación de los demás, sin importar sus convicciones y creencias. En la capital tolimense y las demás áreas de responsabilidad de la Policía Metropolitana de Ibagué, la violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico y como se da en todas las sociedades del mundo, se registra sin distinción de posición social, raza o cultura. Estas expresiones presentan numerosas facetas que van desde la discriminación y el menosprecio hasta la agresión física, sexual o psicológica y el asesinato.
La violencia de género impide a las mujeres ejercer sus derechos y disfrutar de ellos, principalmente el libre desarrollo de su personalidad e incluso la libre locomoción, como en un reciente caso de impacto mediático, donde un hombre, actuando como el peor de los criminales, privó de su libertad, obligó a consumir estupefacientes y agredió durante más de tres meses, tanto física como psicológicamente, a su compañera sentimental. Adicional a ello, son deplorables los casos donde se acaba con la vida de la mujer; hechos perpetrados paradójicamente por aquellos hombres que ma nifiestan “darles amor” y que se escudan ante la ley a la hora de responder por su crimen, manifestando que sus hechos fueron producto de “un momento de rabia y efervescencia”.
Debemos entender que no en todo acto de agresión, la violencia contra la mujer refiere un caso de agresión exclusiva motivada por su género, por lo que es habitual que exista cierta confusión con estos términos. En el caso puntual de Ibagué, se registran casos aislados contra féminas violentadas, que afectan la percepción de seguridad y de allí que la Policía Metropolitana trabaje con ahínco para que ningún caso afecte la integridad de esta población vulnerable.
Este es un llamado para crear conciencia desde cada hogar, rechazando estos actos e incrementando el amor al prójimo, sin importar su género o preferencia sexual. Es una invitación para rescatar el respeto y el diálogo, como la forma asertiva número uno para resolver los conflictos.
Pero si buscamos un trasfondo, la prevención se consolida en calidad de vida óptima para la familia, centralizada en rechazar el consumo de drogas ilegales y licor en nuestros jóvenes, como detonantes principales de la violencia intrafamiliar, toda vez que diferentes estudios asocian la agresividad con el consumo excesivo de estas sustancias. La mujer merece mayor agradecimiento, por ser pieza fundamental en el engranaje de la sociedad. No debe existir un solo caso más de muerte violenta de mujeres y menos agrediendo su dignidad con actos de agresión sexual, peor aún cuando niñas como Sarita pierden la oportunidad de vivir por circunstancias que no tienen excusa y se convierten en la opulencia de lo inaceptable, generando de la institución policial todo el compromiso, demostrado con el esclarecimiento y captura de los responsables. Las mujeres desde su niñez son un tesoro para proteger por los padres, pero si las circunstancias de vida entregan esta responsabilidad a padres sustitutos, ese trabajo no debe ser menos importante, velando por su bienestar, tal y como lo hace la Policía, con ese compromiso de corazón de velar por las libertades públicas y respeto de los derechos de todos, sin importar su género.
DIOS Y PATRIA
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