Si bien es cierto las personas merecen un buen trato, algunos estarían aprovechando el buen corazón de los ibaguereños y tolimenses para obtener un beneficio económico, ello hace referencia particularmente al fenómeno de la mendicidad que se estaría presentando en ciertos sectores de esta ciudad, entendiendo que existen individuos en una situación social donde carecen de ingresos para vivir, pero podrían estar en una proporción mínima.
Contrario a ello, se evidencia la presencia de personas en este estado ubicados en los semáforos, iglesias y algunas calles de la zona urbana en busca de la bondad económica de su prójimo, sin descartar aquellos que se han trasladado de otras ciudades e incluso desde otro país. Si bien es cierto, la mendicidad es la práctica de pedir limosna, en busca de un benefactor que supla parte de esa necesidad económica, se estaría utilizando este método de pedir dinero por parte de personas que exclusivamente se dedican a esta forma de recaudo a pesar de contar con la capacidad física y mental de conseguir un empleo.
Ahora bien, con extrañeza se observan casos como aquellos, que hacen su asentamiento en un semáforo con varios niños, siendo esto una instrumentalización del menor, incluyendo aquellos que aprovechan la discapacidad de otros para ganar partido en lo recaudado; sin dejar atrás aquellos que aunque algunos ciudadanos no lo han notado, “con descarado orgullo exigen una moneda que reciben con una mano y con la otra sostienen un equipo móvil de alta gama”, evento que desestima todo escenario de necesidad que realmente puede tener. Sería un diagnóstico complicado pero muy interesante de realizar, tendiente a determinar las personas que piden por necesidad a las que lo hacen por negocio, donde versiones populares señalan que algunas personas que viven en la mendicidad son poseedores de varios bienes, pero adaptaron la mendicidad como una forma de vida.
Entre tanto, argumentar la problemática que se podría presentar ante el favor solicitado por consumidores de sustancias psicoactivas, la cual cada moneda recibida no estaría dirigido hacia la adquisición de alimento, pero sí a la compra de una dosis del estupefaciente que consume, permitiendo generar el interrogante en este caso, de quién es el favorecido, el mendigo o el vendedor de estupefaciente que recibe al final el dinero para continuar con el ciclo del narcomenudeo.
En este escenario, sería muy prudente evaluar por parte del benefactor, si realmente le está haciendo un favor o un mal. Destacando que el estado de lucidez del momento que logra su propósito de convencer con su necesidad al tiempo que introduce en su organismo una sustancia adictiva le cambiará drásticamente, en el entendido que lo convierte en un individuo peligroso. La versión del común entre algunos citadinos, está relacionada en que Ibagué, es un “vividero”, haciendo referencia a la calidez y buen trato entre sus habitantes, por ello, se observa que algunas personas que viven en las calles y que son devueltos a su lugar de origen, regresan a esta ciudad con compañía, aumentando la problemática, pero aduciendo un buen trato por los habitantes de esta región.
Vale la pena aclarar, que no se está invitando o impidiendo que las personas de buen corazón ayuden a su prójimo, pero sí, a evaluar muy bien cómo puede ser benefactor, siendo prudente indicar que si el propósito es contribuir a suplir la necesidad de una persona, no lo haga con dinero, pero sí con alimento, vestido o elementos que requiere, entregándolo directamente a la persona o en su defecto utilice las instituciones que existen para ese tipo de acciones sociales.
La pretensión es erradicar o liberar de las calles la mendicidad, la instrumentalización de personas en estado vulnerable, como los minusválidos, la tercera edad, así como a niños, niñas y adolescentes, evitando que personas inescrupulosas la tomen como una forma de lucrarse, engañando la buena voluntad de los ibaguereños y tolimenses.
DIOS Y PATRIA.
Comandante de la Metib
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