Elecciones

Daniel Felipe Soto

Colombia es un país de elecciones. Apenas pasan los comicios de Congreso y Presidencia y ya debemos asumir las regionales. Y como siempre, esta contienda electoral es decisiva para el futuro de los municipios y departamentos. Como es habitual aparecen decenas de candidatos para las corporaciones públicas locales, alcaldías y gobernaciones; y como es costumbre, prometiendo ‘puentes donde no hay ríos’.
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Una de las características de nuestra democracia es el apasionamiento como forma de asumir la participación política. Apasionamiento que nos ha dejado tristes saldos de violencia y ha impedido la construcción de la democracia deliberativa como posibilidad real de reflexionar sobre lo público y lo político.

Principalmente, esta ceguera pasional, causada muchas veces por discursos cargados de insultos y señalamientos, impide afrontar un debate político racional, programático e ideológico que garantice decantar los mejores programas y proyectos para los municipios y departamentos. Los ciudadanos terminan votando movidos por sentimientos de odio, afecto, repulsión, conveniencia, pero sin analizar críticamente la decisión que se está tomando.

El Tolima e Ibagué son un claro ejemplo de esta situación. Los grupos políticos tradicionales ungen sus candidatos para salvarnos de la debacle local en que nos encontramos; aunque paradójicamente hayan gobernado, casi sin interrupción, por décadas. Aparecen una vez más, y sin descaro, los políticos de oficio con discursos emotivos y pasionales pero vacíos de programas racionales y realizables, e involucran a los ciudadanos en sus peleas, más personales que partidistas, atizando el odio político y dividiendo a la ciudadanía como parte de la estrategia electoral.

Los partidos, o empresas electorales, siguen valiéndose del hambre y de las necesidades ciudadanas para conservar el poder y usarlo para beneficios personales. Resulta que ahora sí, como para cada elección, tienen las soluciones a los problemas causados por malos y corruptos gobiernos. 

Ahora, el barretismo (si eso existe), que promovió la candidatura de Hurtado, pretende continuar con su proyecto de capturar todo el poder departamental y continuar con la tarea de tomar la institucionalidad y ponerla al servicio de sus intereses económicos. El bienestar y desarrollo de la región, para ellos, nunca ha sido su prioridad. Solo los mueve el poder y la ambición económica, por eso cambian de posiciones políticas con una facilidad aterradora. Hace apenas unos meses, promovían un proyecto de ultraderecha con Federico Gutiérrez, y al posesionarse Gustavo Petro, ya eran todos unos petristas consagrados, sin siquiera sonrojarse o dar explicaciones a sus votantes ‘conservadores’. Toda una vergüenza.

Los tolimenses no podemos seguir sirviendo de idiotas útiles a un proyecto abyecto y corrupto que afecta los intereses de toda una región. Es el momento de hacer un alto en el camino y exigir gobiernos político-técnicos que entiendan las problemáticas de la región y propongan soluciones reales, técnicas, estudiadas y con enfoque social.

Sospecho de los candidatos que basan su aspiración en el ‘amor por la tierra que los vio nacer’, palabras vacías, ‘mercados solidarios’, y encuentros deportivos con los muchachos del barrio -ahora sí-. Como dice la canción, ‘no se puede vivir del amor’. Merecemos candidatos preparados, con experiencia, que conozcan la administración pública, que tengan la claridad suficiente para ofrecerle a la región las soluciones que necesitamos.

Otro camino es posible. No podemos seguir debatiéndonos entre lo mismo y lo igual. Ser disruptivo puede significar un futuro distinto y mejor para la región. Otros cuatro años de mal gobierno significarían décadas de atraso social y económico, que a su vez desencadenan en serios problemas de seguridad y convivencia. Llegó el momento.

*Twitter: @DanielFSotoM

 

DANIEL FELIPE SOTO MEJÍA

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