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El grupo fue bautizado como neutros por el embajador de Colombia en Madrid, para lo cual no tuvo ni prudencia, ni vergüenza, al confesar los criterios de selección. Algo apenas lógico para los empleados de un gobierno que lamentan públicamente la muerte de mafiosos cercanos, defienden asesinos, sostienen ministros víctimas de su propia corrupción, anuncian pagar del erario la defensa de magnicidas y premian con altos cargos los fracasos políticos y los escándalos. Mostrar la bajeza de sus intenciones es algo que enorgullece a las altas esferas del estado, tan leales a su condición de déspotas.
El grupo de Los neutros como se desprende de las declaraciones del embajador, fue escogido aparentemente entre los que casi no abordan la política en sus libros o poco critican al gobierno. Quizás creen que se inclinan con beneplácito hacia el partido de gobierno, sus temas predilectos o sus héroes, o son complacientes con nuestros incultos gobernantes. Algunos, eso sí, han sido becarios y burócratas de un estado que los publica, los defiende y los lleva a las ferias, porque esta no es la única vez que lo hace.
Tan claro es el gusto del estado, y tan lejos de mis intereses literarios, que afuera quedaron mis escritores favoritos. Autores que destilan buena literatura en sus relatos, biografías y ensayos como La Franja Amarilla, El año del verano que nunca llegó, El olvido que seremos, Traiciones de la memoria, Almas en pena chapolas negras, El cuervo blanco, Lo que no tiene nombre, entre otros libros y autores que están entre lo mejor de las últimas décadas de nuestra literatura. Admiro a William Ospina desde que asistía a sus conferencias sobre Rambeau y los poetas malditos a comienzos de los noventa cuando era un poeta desconocido, pero siempre inteligente. Le leo todo, como a Vallejo cuyas biografías son fascinantes. Y he llorado con poemas y libros de Piedad Bonnet y con los relatos de Héctor Abad por quien pude localizar, luego de buscarlo años, al pintor Argentino Guillermo Roux, que devolvió el favor enviándole un libro autografiado que nunca he entregado. Viví el mismo invierno helado de Santiago Gamboa cuando él estudiaba en París y el país de gobiernos mafiosos del que escribe Laura Restrepo.
De los que acertadamente rechazaron tan dudoso honor de esa selección, y aún no los he leído, ya pedí sus libros. Bienvenidos todos a la lista de los excluidos, los que no hacemos parte de ninguna selección oficial, los que nos sacan hasta de las ferias, los que vivimos de nuestras ventas producto de nuestro talento y no de la teta de ese estado sanguinario y sin escrúpulos que pudre con su aliento hasta a esos escritores de los neutros, que seguramente merecen mejor suerte.
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