Indignación, rechazo, rabia, dolor, miedo y zozobra son, entre otros, algunos de los sentimientos que hoy vive el Tolima entero y en particular quienes hemos asumido la defensa del patrimonio ambiental de nuestro territorio, luego del vil asesinato del compañero ambientalista Pedro César García Moreno, un reconocido opositor al proyecto de megaminería aurífera a cielo abierto La Colosa, adelantado por la Trasnacional minera AngloGold Ashanti.
La voz de Pedro César fue acallada violentamente, pero sus ideales, los mismos de cientos de miles de tolimenses que al unísono decimos NO A LA COLOSA, seguirán vigentes, vivos en la memoria de un pueblo que se resiste a que las decisiones sobre su futuro sean tomadas desde un escritorio en Bogotá.
En el recuerdo quedará el legado del campesino cajamarcuno, que con ahínco y devoción se encargaba de motivar, de finca en finca, a sus amigos, vecinos y conocidos trabajadores del campo, para que participaran en las diferentes marchas y protestas adelantadas para rechazar la megaminería en su municipio. Ese mismo entusiasmo que exteriorizaba cuando se encargaba de organizar y decorar los Jeeps que, año tras año, participan en las marchas carnaval en defensa de la vida, el agua y la soberanía, que como ríos humanos, recorren las calles ibaguereñas.
Pedro César no tenia Facebook, tampoco Twitter, su trabajo estaba en la montaña, en su vereda, en su finca, como buen campesino, pero, paradójicamente, hoy, cuando pocos medios de comunicación se han encargado de ahondar sobre este crimen, su imagen circula ampliamente por todas las redes sociales, como un ícono de la lucha ambiental, respecto del cual el pueblo tolimense se resiste a que su muerte quede en el olvido y que las investigaciones naufraguen al calor y la efervescencia del momento, para después engrosar las altísimas estadísticas de impunidad propias del sistema judicial Colombiano, cuando de investigar estos delitos se trata.
Reclamamos JUSTICIA y GARANTÍAS para la vida e integridad de quienes promovemos el activismo ambiental. Los interés económicos de unos pocos no pueden estar por encima de la vida de todo un pueblo.
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