Si bien el tema político se caracteriza por su volatilidad, y todos los días hay diversas expresiones airadas sobre la visión del país, es lamentable lo que está pasando a pocos días de las elecciones en temas de seguridad y orden público.
Según un informe de la MOE (Misión de Observación Electoral), entre el 27 de julio y el 16 de septiembre de 2019, 54 personas han sido víctimas de violencia preelectoral: siete asesinadas, 40 amenazadas, dos secuestradas y cinco víctimas de algún tipo de atentado.
Solo quien está en esa situación sabe la impotencia que se siente y lo injusto que es, esa dualidad de preguntarse qué debería hacer ante tal atropello. ¿Abandonar su intención de hacer parte del cambio? ¿denunciar? ¿hacer caso omiso a las amenazas?
Se está formando adicionalmente, una sociedad pasiva y evasiva, un silencio entorpecedor, ya sea por la falta de interés, o por el amedrentamiento que genera una mordaza invisible y un secuestro a la participación electoral de la ciudadanía, que puede impactar en las urnas por la abstención de sufragantes en la jornada electoral.
No importa de qué partido sean las víctimas, son madres, padres, hermanos, hijos, quienes tienen como objetivo servir a la patria, pero terminan muchas veces silenciados, es inaceptable. El asesinato de Orley García, candidato a la Alcaldía de Toledo, Antioquia, por el Centro Democrático, es un claro ejemplo de que no sólo se está atentando contra la vida, sino también contra la democracia al reducir con violencia las opciones de candidatos de los ciudadanos.
Seguramente es frustrante pensar que el apartarse, puede significar salvar su vida y la de su familia, pero por otro lado, sería un triunfo para los enemigos de la democracia.
Para luchar contra este flagelo, el Gobierno implementó el Plan Ágora, que busca garantizar la transparencia y la seguridad de las elecciones. Además, los organismos de control y los medios de comunicación han cumplido su labor de informar y denunciar estos atentados a la libertad política. No obstante, es necesario una mayor articulación entre la sociedad y los entes de control.
Saque de banda: A propósito de la columna de Vicky Dávila ayer en la revista Semana “Soy decente’: Un modus operandi conocido (y padecido): atacar al mensajero ante la imposibilidad de rebatir el mensaje. Me sumo a la invitación que hace la columnista a quienes utilizan estos métodos para que mejor respondan por sus fechorías y pongan la cara.
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