El premio Nobel de la paz

Cicerón Flórez Moya

La paz ha sido esquiva al país durante mucho tiempo y en varias etapas de su historia. Las diferencias que debieron dirimirse racionalmente, con sujeción a las ideas para generar convicciones, han llevado a los contrarios al uso de la fuerza con apoyo en las armas alrededor de encontrados intereses.

Así se han desbordado violencias con distintos actores y de variada intensidad, hasta la barbarie más extrema.

A los enfrentamientos armados, que han sido cíclicos, se les ha buscado la salida correspondiente, con acuerdos convenidos entre las partes. Se han aplicado fórmulas distintas en cada caso para dejar atrás esas luchas a muerte.

El capítulo más cruento de cuanto ha padecido la Nación en escenarios de violencia es el conflicto armado de más de medio siglo, con la concurrencia de varias organizaciones en desafiante insurgencia contra el establecimiento. 

A pesar de los intentos de varios Gobiernos de encontrarle una salida a este conflicto armado, no fue posible concretar un acuerdo hasta la llegada de Juan Manuel Santos a la Presidencia. Él ha sido persistente en el empeño de negociar con las Farc. Es el que más ha alcanzado.

Tras cuatro años de diálogo continuo se consolidó un acuerdo que no solamente dispone la desmovilización de los combatientes, sino también soluciones para el campo, tomando en cuenta los cultivos de coca, las minas antipersonales y otros desajustes. 

Se asume el compromiso de reparación a las víctimas, de decir la verdad y de no repetición de los daños causados.

Las Farc dejan de ser un grupo armado para ejercer la política en condiciones de legalidad. Se le apuesta a la profundización de la democracia, que es a lo que le temen los que han abusado del poder o se han apoderado de las tierras de los campesinos. Contra esas perspectivas de cambio, los opositores montaron la mentira de que el país iba a ser entregado al ‘castrochavismo’.

Fue una estrategia de engaño para infundirles miedo a los colombianos, como lo denunció Juan Carlos Vélez, uno de los más preciados alfiles del expresidente Uribe en su juego político.

La paz es también la construcción de una sociedad con igualdad de oportunidades, con educación, salud y bienestar general. Todo eso cuenta con el apoyo del presidente Santos. Y por esa concepción suya de la paz y de sus esfuerzos para consolidarla se hizo merecedor del Premio Nobel.

El importante galardón discernido al primer mandatario de la nación es el reconocimiento a una gestión que le aporta a Colombia el bien de la paz, que debe llevar a la erradicación de tantos males que la degradan.

Aquí hay mucho por corregir y no se le deben hacer concesiones a quienes quieren prolongar la pobreza y el atraso para ellos reinar con sus abusos de poder y sus privilegios ilícitos que entrañan también violencia.

Puntada:

La contradicción y la estrategia del engaño son recursos inherentes al ejercicio político del expresidente Álvaro Uribe. Lo puso en evidencia uno de sus allegados de mayor confianza, Juan Carlos Vélez. Pero, además, abundan hechos que lo confirman.

El jefe del Partido Centro Democrático habla con énfasis sobre la aplicación de la Justicia, pero cuando esta toca a sus amigos o seres de su mayor querencia involucrados en actos punibles comprobados, entonces la descalifica y pregona que hay persecución.

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