Informan los diarios que en el mundo hay más de 29 millones de esclavos. Y han sido detectados en la India, China, Pakistán, Nigeria, Etiopía y en Rusia. Son cifras alarmantes, parece increíble que en pleno siglo XXI este sistema socioeconómico sobreviva, después de la declaración de los derechos humanos, de más de 60 años de socialismo, de la implantación del estado social de derecho y de dos guerras mundiales que buscaban entre otras cosas, acabar con las injusticias.
Pero a pesar de lo escalofríante del caso, debo recordar que hace algunos años un próspero hacendado me decía que un hijo suyo tenía grandes éxitos en agricultura en una finca de su propiedad llena de cultivos de café y cacao. Con orgullo y “picardía” contaba que su exitoso hijo traía del Putumayo indígenas, los metía en su hacienda, los hacía trabajar sin cesar, no les pagaba y si su labor no era satisfactoria, los castigaba duramente. Culminaba su historia manifestando que conocía otros finqueros que hacían lo mismo, por lo cual consideraba que en ningún momento su hijo estaba actuando mal.
En Colombia coexistió durante muchos años la esclavitud con el feudalismo. Y parece que todavía sobrevive. Federico Engels, el célebre escritor socialista, decía que el feudalismo era una etapa superior y mejor que el esclavismo, porque los siervos eran libres. El famoso escritor tenía razón en parte, porque los siervos no eran realmente libres, estaban sometidos a la tierra y a los señor feudales, verdaderos tiranos y dominantes abusivos.
En una interesante novela histórica escrita por Ildefonso Falcones, denominada la Catedral del Mar, relata la forma infame como trataban los señores feudales a los siervos. La historia se relata en la Barcelona medieval y uno de los protagonistas es un siervo. A este hombre casi esclavo le toca soportar la costumbre medieval de que en la boda, la primera noche la esposa tenía que pasarla con el señor feudal. Era lo que después se llamó el derecho de pernada. Cuenta además la saga del siervo para lograr su libertad, y finalmente todo termina en tragedia.
No nos extrañemos entonces de ese dramático informe de los periódicos sobre la esclavitud, porque parece que la humanidad siempre ha buscado razones para ejercer dominio sobre los demás; no faltan las explicaciones, ni las justificaciones para estos hechos bochornosos. Vemos hoy con horror como países que se precian de civilizados como Rusia y la India mantengan sometidos en la esclavitud a muchos seres desafortunados.
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