En varias ciudades del país han establecido el célebre Día sin carro con el fin de descongestionar el tránsito y evitar la contaminación. Son buenas medidas, no solucionan nada pero alivian los problemas, afortunadamente parece que muy pronto los automóviles funcionarán sin gasolina, será otra energía la que los mueva. Pero me parece pertinente que hagamos una reflexión sobre esto. En nuestro país hace muchos años empezaron a funcionar los ferrocarriles. En el Valle del Cauca y en Antioquia las vías los tuvieron como principal elemento de unificación. En Santander el Presidente Aquileo Parra proyectó el ferrocarril del Carare y Solon Wilches impulsó el ferrocarril del Magdalena Medio. Para ir a Bogotá, podíamos hacerlo en bus hasta Barbosa y de ahí utilizar el autoferro o ferrocarril para llegar hasta la capital.
Íbamos a la Costa en tren, en el expreso del Sol, a Medellín y al Tolima. De un momento a otro resolvieron acabar con los ferrocarriles, con el peregrino argumento que ese sistema de transporte era obsoleto.
El pretexto que utilizaron no tiene ningún asidero con la realidad. En Estados Unidos y Europa los ferrocarriles son el transporte moderno y compiten con los autobuses. Es más, algo que duele es que en la mayoría de las ciudades de Europa existe el tranvía. Ciudades como Praga, Budapest, Viena, Moscú, San Petersburgo, están adornadas por los tranvías. Además en varias ciudades como París y Moscú el metro no solamente es un medio de transporte sino que además es una galería de arte.
Ahora bien, con respecto al tranvía la respuestas siempre es la misma, que este medio de transporte fue destruido el 9 de abril por los amotinados después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, pero han pasado 67 años y a ningún Alcalde o Presidente de la República se le ha ocurrido volver a adquirir estos aparatos para facilitar el transporte en la Capital de la República. En consecuencia, si se restableciera el ferrocarril y volviéramos a tener en todas las ciudades tranvía, no habría necesidad del día sin carro y habría una sana competencia con los buses. Es más, se haría más barato el transporte, lo cual beneficiaría el célebre TLC.
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