El Papa Francisco, líder máximo de la religión católica, sorprendió al mundo con su famosa Encíclica “Laudato sí”; es un mensaje en defensa del medioambiente con énfasis a enfrentar algunas de las causas de la destrucción planetaria, como la degradación de los mares, los suelos, el aire, las selvas; como el cambio climático y el calentamiento global con sus efectos devastadores para los recursos naturales y para lo que denomina “nuestra casa común”: la Tierra. Desafortunadamente, no plantea el problema más crítico: la explosión demográfica.
Recientemente el Papa ha vuelto al tema solicitando a presidentes de compañías petroleras que actúen rápido para lograr una transición hacia fuentes de energías limpias, que frene la producción de los gases de efecto invernadero causados por el uso del petróleo y el carbón principalmente. Eso está bien, que se trabaje para un incremento rápido de las fuentes de energía limpias, como la hídrica, solar, eólica, y mareomotriz. Muy complejo el objetivo por la creciente demanda de energía.
Pero lo que deben aceptar los líderes de todas las religiones del mundo -cristianismo, islamismo, hinduismo, etc- es que el más grande problema del planeta es el explosivo crecimiento poblacional, como reiteradamente lo afirman los científicos expertos en el tema. Vivimos en un planeta abarrotado de gente, con más de 7.500 millones de personas, que se incrementan en 80 millones todos los años, especialmente en países pobres. Paradójicamente en los desarrollados, la tasa de natalidad está disminuyendo y la xenofobia o rechazo a los migrantes se está incrementado en muchas partes. Un ejemplo, Donald Trump que busca su reelección con ese tema.
Más crecimiento poblacional, más desempleo. Súmese la automatización de muchas actividades laborales debido a la llamada Cuarta Revolución Industrial que solo dará posibilidades de trabajo a los privilegiados que logren adquirir conocimientos especializados de muy alta calidad. Conclusión: menos población, no hay otra opción.
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