Leo en el catecismo de la Iglesia Católica : “ El cuarto mandamiento…se extiende a los deberes de los ciudadanos con respecto a su patria” (N° 2199) “….la corresponsabilidad en el bien común exige moralmente…el ejercicio del derecho al voto” (N°2240); y en el “Compromiso moral del cristiano”, de la Conferencia Episcopal de Colombia: “Todos los cristianos, como buenos ciudadanos, han de…formar la conciencia sobre el derecho y la responsabilidad del voto” (N° 1172) El Vaticano II nos dice : “Recuerden todos los ciudadanos el derecho y al mismo tiempo del deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común” (Gaudium et spes, N° 75) Esta clara doctrina acaba de recordárnosla, ayer apenas, nuestros Pastores, en comunicado relacionado con las próximas elecciones, la Conferencia episcopal nos ofrece luminosa orientación: renunciar al ejercicio del voto es negar un servicio a la patria…; tenemos que pensar, a la luz de la conciencia, cómo votar, y por quién votar…; los criterios que orienten nuestro voto han de brotar del Evangelio…; nuestro sufragio no puede respaldar sino a un candidato que se comprometa a cimentar la construcción del país en valores éticos….en el respeto a la dignidad de toda persona…en la protección de la familia, en la defensa de la vida en todas sus etapas...en el derecho de los padres a la educación de sus hijos, en el cuidado de la naturaleza…
Colombia ha vivido un largo y proceloso período de desconcierto; toca a su fin un gobierno que, por sus acciones y sus omisiones, nos hizo perder el norte como sociedad. La vida de nuestra patria, su estabilidad, sus bases éticas y sociales, la solidez de sus instituciones políticas, se vendieron a intereses proditorios y se entregaron a quienes programan una nueva nación en la cual los valores del catolicismo y de la cultura occidental serían sustituidos por los postulados insensatos de un sistema ateo y de un socialismo de izquierda que ha probado ser catastrófico. Nos engañaron, aprovechándose del entrañable deseo que todos abrigamos de que se acabe en Colombia la insensatez de la violencia y se instaure la paz. Por encima de nuestra Constitución, que, con sus falencias y todo, ofrece los elementos de una nación de firmes principios y sólida democracia, se nos ha impuesto, ilegalmente, un llamado NAF (Nuevo Acuerdo Final) que realmente no existe, que fue rechazado en bloque por el voto popular, y que es, aunque se pretenda negarlo, una entrega de Colombia a sus peores enemigos.
¡Llegó la hora¡ : la hora de poner fin a las demasías y desafueros que nos llevan hacia el abismo; la hora de salir a votar, pero de hacerlo dejando que nos iluminen los principios y valores cristianos que heredamos de nuestros mayores y que la Iglesia Católica inculca y defiende; la hora de decir, con ese voto, que no estamos dispuestos a permitir que se nos desfigure la identidad de una Colombia democrática y cristiana. En esta fiesta de Pentecostés, imploremos fervientemente la asistencia del Espíritu Santo: que Él nos conceda sabiduría y discernimiento para cumplir con nuestro deber en 27 de mayo.
C.C. 41079
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