Construir sobre los destruido

En el departamento del Tolima –con máximo dos excepciones históricas– los Gobernadores en ejercicio del poder han caído en la equivocada tentación de creerse los barones electorales de la región, y por ende, con la potestad de designar a su antojo el sucesor en el ‘Palacio del Mango’.

Debido a esa errada consideración, gobiernan más pensando en mantener y ampliar su feudo electoral, que en sembrar bases firmes y duraderas de desarrollo integral para el Tolima.

Por ello, el Tolima no cuenta con un plan de desarrollo a largo plazo que constituya una brújula de orientación para los gobernantes. Existen sí, buenos estudios sobre el tema, pero los mandatarios se los pasan por la faja. De ahí, que cada nuevo Gobernador tenga –en éstas áreas- que empezar, a estas alturas de siglo XXI, inventando el agua tibia de la planeación estratégica de desarrollo regional. Todo, por ese perverso y equivocado planteamiento, que tantos males le ha traído al Tolima, de creer que política es sólo elecciones y que el objetivo esencial de gobernar es mantener los votos conquistados y aumentarlos significativamente durante el ejercicio gubernamental. Tras esos objetivos se canaliza la ejecución presupuestal. Y de esa manera, cada vez más, se jode más la región.

Algunas experiencias administrativas han demostrado las acertadas ventajas de continuar en cada administración – sin importar el color político ganador – fortaleciendo y proyectando hacia el futuro  ejes esenciales de desarrollo. Sin lugar a dudas, Bogotá es un muy buen ejemplo. En especial en las áreas de saneamiento fiscal y de inversión social, políticas distritales que se han continuado y dinamizado en las últimas administraciones a partir de la promulgación de la Constitución de 1991. Mockus, llamó acertadamente a esta política: “construir sobre lo construido”.

No es el caso del departamento del Tolima, ya que no existen unas metas a corto y largo plazo que armonice el sector público con el privado, en la unión de esfuerzos. Es más, no tenemos en conjunto, -analizado, discutido, proyectado, con participación de todos los actores sociales, gubernamentales, políticos, empresariales- la ruta común de visión de desarrollo regional. Nos encontramos aún  oteando el horizonte nebuloso, para tratar de escoger desacertadamente entre el cagajón o el oro, como objetivos finales. Y lo más grave: sin desterrar del ejercicio real del poder gubernamental, al viejo estilo de politiquería, clientelismo y corrupción que ha imperado por tantas décadas en el Tolima.     Contrario a lo sucedido en Bogotá, en materia administrativa, aquí en el Tolima, se tiene que intentar construir sobre lo destruido.

Credito
Camilo A. González Pacheco

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